Dicen algunos que esta fiesta fue imaginada por un chaval que no sabía como contactar a una chica de su vecindario que le gustaba mucho… No se sabe si funcionó y menos todavía si es verdad. Lo cierto es que en 2000 es cuando los franceses inventaron un nuevo acontecimiento : la fiesta de los vecinos.
Este año había carteles en la entrada del inmueble: Eric de la tercera planta y Stéphane de la segunda planta invitaban a reunirse en el patio del edificio para tapear a partir de las 20.
Entonces me paré en el supermercado para comprar cositas, y cuando volví a casa empecé a escudriñar el cielo con perplejidad. Pero mi vecina de rellano me quitó las dudas : «Oye, tememos la lluvia así que nos juntaremos en mi piso». Vale, vale, vale…
Preparé una cesta con vino, embutidos, quesos y me fui a la cita del día. Poco despues llegaron Stéphane, su mujer y su niño, Eric y su coinquilina. La última fue la chica de la primera planta.
Vino tinto, vino blanco, rosado, crémant, rioja, ron, whisky… No sé como escapé al casco de plomo de las resacas… Quizás porque la vecina es profe de danza y acabamos la noche sudando lo que habíamos bebido…
Lo cierto es que descubrí unas personas muy majas y al final convenimos en repetir en otras ocasiones.
Al fín y al cabo, estas fiestas «institucionales» tienen aspectos positivos…
Me gusta mucho tu forma de ver las pequeñas cosas de cada día, creo que interpretas el verdadero valor de lo cotidiano, que a veces en la carrera de la vida, se nos pasa por alto.
Un saludo desde la Argentina, José.