Fronteras…

Entre las zonas más desfavorecidas de París, toca mencionar el espacio que se estira entre la puerta de Italia y la puerta de Gentilly porque allí es donde llegan la Autopista del Sol y la autopista que lleva al suroeste de Francia.

Quise explorar una parte de esta zona a partir de la puerta de Italia y la primera cosa que me llamó la atención fue la colección de edificios nuevos al lado del bulevar periférico. Por cierto, mejoraron las técnicas de aislamiento acústico y hay un jardín público al pie de las construcciones, pero eso no compensa la imposibilidad de escuchar el canto de los pájaros cuando llega la primavera.

Pasé por el puente que franquea el periférico y seguí, justo después, la calle que baja rumbo al lugar que se llama “Poterna de los álamos”. Allí es donde llega la autopista principal con el zumbido asociado y al pie de los diferentes ejes del intercambiador vial, se ve uno de los numerosos campamentos pegados a la ciudad de las luces.

Yo seguí caminando por una pequeña calle exterior sin saber si encontraría una manera de escaparme de este universo exclusivamente automóvil. Confieso que me tranquilizó el hecho de cruzar a una chica corriendo, noté la presencia de una clínica veterinaria y finalmente llegué a un cruce en donde se puede pasar debajo del periférico para volver al territorio parisino.

Allí fue donde instalaron en los años 1930 el parque Kellermann con un desnivel que permite combinar estanques, zonas de deporte y de tranquilidad. No tenía bastante tiempo para explorarlo tranquilamente así que di una vuelta alrededor de la manzana de edificios de ladrillos rojos instalados al lado de los bulevares exteriores, con su escuela, su centro medical y su parada de tranvía.

Este barrio me pareció bastante residencial y para encontrar comercios, es preciso atravesar los bulevares exteriores.

Tendré que volver a esta parada de tranvía y seguir explorando…

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Puente de Mayo

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El hombre solo

Últimamente llegué varias veces muy temprano a la parada de autobús que me corresponde, y en vez de esperar durante unos largos minutos, preferí caminar hasta la parada siguiente. Así fue como descubrí a este hombre solo, negro de piel, sentado en el banco de la parada.

Cada vez que le encontré, estaba hablando en un idioma que no entendía, dirigiéndose a un interlocutor que no conseguí identificar. Comprobé varias veces si tenía un auricular o algún dispositivo de comunicación, pero por más que mire, no divisé cualquier aparato. Así que llegué a la conclusión que estaba comunicando sus problemas en voz alta a los cuatro vientos.

En medio de su discurso, la única palabra que me llamó la atención se parecía a burkinés. No sé por cuales acontecimientos tremendos pasó este hombre, pero lo cierto es que necesitaba comunicar sus angustias y no sabía a quién dirigirse.

En mi barrio mestizo, algunos migrantes vivieron traumas de todas clases y varias familias enfrentan situaciones muy complicadas. Algunos psicólogos y terapeutas profesionales se juntaron para proponer, una vez al mes, sesiones de actitud receptiva a quien lo necesita. Cada uno de estos altruista instala dos sillas frente a frente en la acera de la calles des Poissonniers y regalan un intercambio atento y benevolente.

En el extremo noreste del distrito XVIII, también crearon una “casa de la conversación” en donde organizan acontecimientos y formaciones para cultivar el arte de la conversación inclusiva entre personas que no se encontrarían en otro lugar. Si todavía no pude visitar este lugar, el proyecto me parece estupendo para ayudar a todos los que sufren de la soledad de las metrópolis o del exilio.

De momento, toca aprovechar los puentes de Mayo para escaparse un rato de la Ciudad de las Luces.

¡Hasta pronto!

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¡Ya volvieron los turistas!

Desde principios de Abril, la asociación de los Greeters parisinos recibe cada día más pedidas de paseos por la ciudad de las luces y a mí me tocaron cuatro contactos, de los cuales dos confirmaron su presencia.

Acompañé el primer grupo por las galerías cubiertas y si pudimos admirar la calidad de las restauraciones que hicieron alrededor de la biblioteca de la calle Richelieu, también noté la presencia de varios grupos de turistas, atraídos probablemente por la gran sala ovalada.

Ya no había policías al lado del Consejo Constitucional y pudimos seguir tranquilamente hasta el mercado de los niños rojos para compartir un té de menta.

Compartí el segundo paseo con una pareja sevillana que quería visitar la colina de Montmartre y en esta zona, sí que se notaba la presencia de los turistas, porque había gente casi por todas partes. Pero la primavera en Montmartre tiene un encanto especial.

Este segundo paseo se acabó en uno de los bares de la calle Clignancourt, en donde los vecinos suelen juntarse para mirar los partidos de futbol o rugby, o simplemente tomarse una copa J

El pasado lunes, tocaba participar a la marcha del Día del Trabajador. Me impresionó la cantidad de gente que estaba convergiendo hacia la plaza de la República y también la densidad de personas reunidas en la plaza. Dando vueltas por el vecindario, constaté que habían organizado dos recorridos distintos para caminar hacia la plaza de la Nación y que él de mi sindicato quedaba estancado. Por suerte encontré a algunos colegas, y después de esperar casi una horita la salida de nuestro grupo, nos marchamos por el bulevar Voltaire en donde encontramos de nuevo un atasco de peatones al lado del Bataclan.

Confieso que renuncié a seguir adelante. Escogí calles alternativas para encontrarme con el segundo recorrido y constaté que los últimos manifestantes se marchaban de la plaza de la República sobre las cinco.

No sé cómo los turistas perdidos en estas zonas de París habrán percibido este acontecimiento…

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Fronteras

Aproveché un fin de día de teletrabajo para recorrer la calle que camina justo al norte del periférico, desde la puerta des poissonniers hasta la puerta Pouchet. Esta calle forma parte del territorio de París, pero todas las parcelas que se hallan al Norte de la calle pertenecen a municipios limítrofes.

La primera parte de esta calle frontera comunica varios edificios de ladrillos de cinco o seis plantas, con jardines, zonas de juegos para los niños, aparcamientos y relativamente protegidos del zumbido del periférico por unos altos árboles. Estas construcciones forman parte de las viviendas sociales de la ciudad de Saint-Ouen.

Al acercarse de la puerta de Clignancourt, se ven más empresas, menos viviendas y atascos de fin de tarde.

Más adelante, ya entramos en la zona que se llama mercado de las pulgas y la calle que bordea el periférico cuenta con una gran cantidad de tiendas que proponen prendas y zapatos. Curiosamente, casi todas las tiendas estaban abiertas, pero se veían menos clientes que durante los fines de semana.

Generalmente, sigo esta calle a partir del mercado Malik rumbo a la puerta de Clignancourt, pero ese día seguí caminando rumbo al Este y descubrí un auténtico “mercado de la miseria”, con gente vendiendo trastos de todas clases, conservas, jabones, mantas, …

A partir de la puerta de Saint-Ouen, descubrí una zona de chabolas, pegada al talud del periférico, en frente de unos edificios de oficinas en obras. Y pronto pasé debajo de la autopista frontera para llegar Porte Pouchet.

Esta exploración me animó a leer de nuevo una obra de Jean Rolin, titulada “la valla” y seguí explorando la frontera norte de París rumbo a la puerta de la Villette.

En esta parte de París, las vías férreas procediendo de la estación del Este crean una auténtica frontera entre la capital y sus orillas más o menos acogedoras. La calle de la clôture bordea estas vías, pero también se ven un circo, una estación de tranvía bautizada “Ella Fitzgerald” y la fachada Sur de un eco-barrio instalado en la orilla del canal del Ourcq.

El canal crea una frontera extra, pero por suerte encontré un puente muy cerca.

Caminando por la orilla del canal y pasando debajo del periférico, pude admirar a los grandes molinos y seguir rumbo al parque de la Villette.

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