Hoy tocaba estrenar un GPS para un nuevo tipo de actividad : el Geocaching.
El principio es sencillo:
- algunos esconden un objetito en un sitio identificado por sus coordenadas y luego registran el escondite en algún servidor especializado
- otros escogen un escondite en el servidor especializado y salen en busca del tesoro del día.
Yo escogí el tesoro de la plaza Pigalle. Quedaba a unas cuadras de mi casa y como paseo digestivo, me parecía ideal.
Cuando llegamos a la plaza, escudriñamos el GPS. No había duda posible. El tesoro estaba al lado de la entrada del metro.
Dimos veinte vueltas a la entrada, miramos debajo de los cubos de basura, en las señales indicadoras, en las vallas publicitarias… Nada.
Luego consideramos doctamente que la precisión de un GPS es de unos metros y cruzamos la calle para examinar cada hoja de los macizos de flores.
Encontramos un recado escrito en una tela atada a una rama pero nada que se parezca al tesoro esperado.
Volvimos a conectarnos y una nueva consulta del servidor nos dió la solución.
Ni os cuento la alegría cuando encontramos este objetito rectangular, largo de una decena de centimetros y cuya sección solo contiene una pequeña hoja de papel para que los descubridores apunten la fecha y su nombre.
Ahora tocaría crear un escondite para los demás pero confieso que necesito pensarlo un poco más…
qué tal el buttes-chaumont? 😀