Algunas semanas te regalan algo de poesía.
Una mañana noté un cartelito pegado en un farol, justo al lado de la zona de aparcamiento de las bicis, con este mensaje llamativo:
Bici de flores busca bici de motor
y el cartelito proporcionaba una dirección de mail para el contacto.
Yo no tengo bici de motor así que no me atreví a mandar un mensaje pero el cartelito me alegró el día.
La gente sigue de vacaciones y con mis cómplices de siempre aprovechamos esta relativa tranquilidad para probar un sitio recomendado por mi proveedor de quesos.
Ubicado en el número 70 de la calle de Dunkerque, «le vin au vert» es un compromiso asombroso entre bodega, bar de vinos y restaurante, con una decoración sobria y contemporánea.
Confieso que lo que picó mi curiosidad fue su selección de whisky, y la posibilidad de escoger entre cinco productos muy llamativos para el aperitivo me llevó a reservar una mesa.
Empezamos la degustación en una de las mesas de la acera y las dosis generosas reforzaron el optimismo de la tropa… Luego nos instalamos dentro en donde pudimos probar una cocina sencilla pero con productos de buena calidad y un pequeño vino muy agradable.
Mientras estábamos cenando, noté un discreto desfile de clientes, algunos comprando una botella de vino, otros tomando un chato en la mini barra.
Me gustó el trato de estos treinteañeros, muy majos, y cuyo proyecto consiste en proporcionar vinos ecológicos y con carácter.
Sólo falta que este sitio encuentre a su clientela…
La última sorpresa de la semana ocurrió el 1 de Mayo.
Como cualquier idealista empedernido, pensaba que el día del trabajo se celebraba precisamente sin trabajar. Curiosamente, casi todas las tiendas de mi barrio estaban abiertas, por lo menos por la mañana.
Confieso que no tener que ir de compras volando el viernes por la noche fue todo un alivio. Pero por otro lado, también me molestó esa forma de renuncia a un día sagrado…
Espero que los trabajadores atados a sus tareas por lo menos consiguieron pago doble…