Si Abril fue muy majo e instaló en las mentes un toque primaveral, Mayo nos está regalando una mala sorpresa: hace relativamente frio y fue preciso sacar de los armarios los jerséis y bufandas guardados prematuramente.
Aproveché un día con lluvia para visitar otra vez el museo Carnavalet. Tenía ganas de explorarlo más metódicamente y de descubrir algunas salas que me había perdido. Tras varias horas con el plano en la mano, creo que dentro de poco seré capaz de presentaros este lugar.
Pero el verdadero descubrimiento de la semana fue el puerto de la Bastille.
Cuando paso por la plaza del Genio, suelo visitar una tienda escondida en una pequeña calle y en donde venden chocolates riquísimos, o sigo mi camino, rumbo al marais o al Faubourg Saint Antoine.
Esta semana abandoné la zona de tránsito compartida por coches y peatones para visitar el recinto de este pequeño puerto parisino.
Día nublado, visita entre semana, pude aprovechar la agradable terraza del café instalado aquí y disfrutar de la tranquilidad de este sitio.
El puerto no es inmenso. Tiene unos 600 metros de largo y apenas llega a 50 metros de ancho. Coincide con el final del canal Saint Martin que lleva al Sena.
Si aparto los barcos que proponen un paseo por el canal, rumbo al Norte, la mayoría de los barcos amarrados en el puerto no se mueve mucho. Corresponden a una manera de vivir algo peculiar, en medio de la Ciudad de las Luces pero sobre el agua, como un sueño de nómada inmóvil…
El puerto cuenta con una pequeña zona ajardinada muy agradable a la hora de pasear pero no da para un largo recorrido y tras un rato no queda más remedio que volver al caos de la plaza de la Bastille.
Ese día seguí al azar a través del Marais rumbo al Norte para descubrir un lugar de exposición que no conocía en el patio des Petites Ecuries, justo al lado del New Morning. Desgraciadamente no pude visitar este espacio y no sé si seguirá existiendo mucho tiempo. Pero este rodeo improvisado me dio la oportunidad de descubrir uno de los lugares en donde vivió Julio Cortazar, en una pequeña calle del distrito 10.
Entonces varios cronopios empezaron a caminar conmigo y me perdí los detalles del final del camino 🙂
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Ciertamente Caol, tus crónicas siempre me traen recuerdos maravillosos de París, también descubrí ese rincón en la Bastilla en mi viaje (abril 2009) entonces ya respiraba tranquilidad, y que casualidad ! pensé como sería vivir en uno de los barcos que hay amarrados, a pesar de que la idea es muy romántica y me gusta mucho el agua, creo que no es mi ideal de vivienda… el puertecito es un relajo para los viandantes castigados por un trafico incesante y caótico.
Caol si te sirve de consuelo aquí donde yo vivo (Zaragoza) también hemos tenido que sacar los abrigos del ropero de invierno, la semana pasada hemos tenido temperaturas de 5º y vientos de 80/km, hay un dicho que dice «quien aguanta el clima de Aragón puede ir a cualquier sitio que no tiene problemas de aclimatación».
Agradecida por tus escritos de París, saludos.