El tema de los paseos alternativos y de los acompañantes sigue desarollándose y esta semana pasé un momento muy interesante con los demás socios de la asociación de parisinos que viven en el mismo distrito que yo. Empezamos compartiendo informaciones acerca de nuestro territorio. Luego descubrí que el ayuntamiento del distrito 18 otorgó una subvención a la asociación y que en contrapartida tenemos que organizar paseos para los nuevos habitantes.
El ejercicio pica mi curiosidad porque imagino que las expectativas de un habitante recién instalado serán algo diferentes de las de un turista. Pero también puede resultar interesante ver como miran el barrio y como viven su instalación.
Estas visitas empezarán a finales de Junio y de momento sólo las estamos preparando. Pero ya os contaré…
Otro momento interesante ocurrió el viernes, cuando pasé casi una hora visitando el centro comercial de la plaza de Italia. No conocía este espacio y esta visita me dio la oportunidad de ponerme al día en cuanto a la moda y a los últimos detalles imprescindibles de la temporada.
Pero luego volví con una amiga y pasé un momento tremendamente barato: ella siempre miraba el país de procedencia de las prendas y subordinaba su compra al trato que reservan allí a las mujeres que ensamblan estas prendas. Y la verdad es que cuando contemplas este tema para cosas que no son absolutamente imprescindible, cambia tu manera de comprar.
Tras este momento de militancia económica, pudimos hacer un largo recorrido con paradas en algunas terrazas soleadas y disfrutar de este bonito mes de mayo…
El sábado tocaba un largo recorrido con unos visitantes argentinos, aficionados al cine, y disfrutando la sensación de pasear por un sitio en donde habían rodado una película… Confieso que no desarollé este enfoque para los paseos que organizo. Pero son tantas las maneras de mirar esta ciudad que uno no puede dar abasto.
El domingo me regaló otro momento interesante en el gran bulevar que camina entre el metro Anvers y la plaza Pigalle. Los vecinos habían instalado las cosas que querían vender en la acera y había mucha gente paseando, en busca de la ganga del día.
Entre los vendedores encontré a dos mujeres que conozco y según parece las ventas no fueron extraordinarias: dicen que no hay dinero y que si no haces precios muy baratos, no vendes nada. Y la verdad es que lo poco que compré allí resultaba muy barato. Pero confirma lo que decía una de mis compañeras de trabajo: ya no se trata de divertirse jugando a vender, sino de reunir algo de dinero.
Tras tantos kilómetros, cuando llegué a casa, ya no podía más. Pero seguro que con otra noche descansando podré hacer nuevos recorridos :-))))