Celebré el año nuevo en mi refugio borgoñón. Si esta semana lejos de la vorágine parisina resultó tremendamente descansada, también me regaló varias experiencias interesantes.
Para empezar comparé algunos precios locales con los precios parisinos y noté unas diferencias sorprendentes.
Si el pan parisino cuesta 20% más, el peluquero cobra 25% más, la esteticista 60% más, la entrada de ciné cuesta dos veces más en París y los embutidos de temporada tres veces más. Por cierto, la proporción de parados es más baja en la capital y los sueldos son más altos, pero eso no compensa estas diferencias…
Total aproveché estas vacaciones para ver cuatro películas en una semana 🙂
También me asombró la sensación que la actividad se acababa al anochecer. A las 17 los feligreses cierran los postigos y a las 20 casi no queda gente en la calle. En Nochevieja, di una vuelta rumbo al río y tuve la curiosa sensación de pasear por un pueblo de fantasmas. 🙂
Hasta las mejores cosas tienen su final y tras unos días allí, la vuelta a París siempre resulta bastante brutal.
¡Qué de gente en el tren, en el metro y en mi barrio multiétnico!
Pero pronto se recupera el ritmo parisino 🙂
Ayer me fui de tiendas con mi cómplice de siempre. En el BHV, la gente estaba ojeando en previsión de las rebajas oficiales que empiezan el próximo miércoles. En varias tiendas ya proponían rebajas privadas bajo invitación…
Había gente por todas partes pero la proporción de compradores quedaba bastante baja.
Y para celebrar los reyes probé una riquísima galleta con crema de almendras, preparada por uno de mis pasteleros preferidos 😉
Nada mejor para enfrentar las malas noticias cotidianas…
¡Feliz 2013, con luchas justas y algunos logros! 🙂