Doña Nieve pasó varios días jugando al escondite.
El lunes por la noche, apareció por primera vez a la hora de irse a dormir. Pero la temperatura relativamente suave borró sus huellas antes del amanecer.
Al día siguiente, Doña Nieve se hizo más presente en la zona Oeste de la región parisina. Anunciaban frio así que pronto compré una placa de poliestireno y completé la protección de mis macetas.
El miércoles y el jueves, nada de nieve pero el frio se ligó con el viento para atacarnos hasta los tuétanos.
En la capital parisina todo empezó el viernes alrededor de las 19: Doña Nieve aprovechó el frio para instalar su capa blanca en las calles y en las escaleras de Montmartre.
El sábado por la mañana la situación quedaba incierta.
El tráfico había transformado la nieve de las calzadas en barro mientras los comerciantes la eliminaban de su trozo de acera. Pero Doña Nieve se empeñó y se puso a caer casi ininterrumpidamente a partir de las 11 de la mañana.
Alrededor del mercado de l’Olive, el suelo seguía resbaladizo y la gente andaba con precaución para no caerse. En los bulevares, caminar resultaba más fácil a pesar de algunas tramposas placas de hielo. Por la noche, ya teníamos una buena capa de nieve pero tras otra noche nevando, amanecimos con una magnífica alfombra blanca.
Curiosamente, en una ciudad tan desarollada como París, la presencia de nieve y el frio provocan problemas inverosímiles.
Son pocos los que se atreven a conducir sobre nieve y la gente se mueve de preferencia en los transportes públicos. Pero hoy el tranvía y los autobuses dejaron de circular y en los aeropuertos cancelaron un montón de vuelos…
Si eso no molesta a la hora del descanso dominical, otro cantar será mañana por la mañana, especialmente para los que viven en las afueras de París.
Pero hoy tocaba disfrutar de los parques públicos para hacer muñecos de nieve o batallas de bolas de nieve…
¡Mañana será otro día!
El año que viví en París estuve muy emocionada en los primeros días de nevada; después, ante la imposibilidad de caminar derecha sin llevarse un resbalón de camino al metro, empecé a detestarla. Sin duda, París es mucho más bonita bajo la lluvia 🙂
En cuanto a los problemas que comentas; recuerdo que una noche de fiesta mi amiga bebió demasiado y quisimos llevarla de vuelta a casa de madrugada. Estábamos en el Arco Del Triunfo y teníamos que ir hasta Blanche. Como ningún taxi nos paraba y los autobuses nocturnos no estaban de servicio por culpa de la nieve, tuvimos que recorrer todo ese trecho andando. ¡Menuda aventura!
Un saludo 😉