Nada mejor para hacer un buen paseo por París que salir con algún cómplice en busca de cualquier detalle. Eso hice el pasado lunes y el pretexto del día fue encontrar cucharillas.
Para empezar pasamos por la calle Montmartre, al lado de San Eustaquio.
Años atrás eso era el barrio en donde uno encontraba todas las tiendas dedicadas al material de cocina y restaurante para los profesionales. Poco a poco estas tiendas fueron transformadas en comercios de prendas pero todavía quedan algunas. Yo quería comprobar la calidad de un producto que había encontrado en internet y la verdad es que entendí enseguida porque la oferta era tan barata (12 piezas por menos de 20€): la cucharilla aguantaba mal la presión y se retorcía muy facilmente.
Total seguimos rumbo al BHV cuya planta dedicada a la cocina y a los artes de la mesa forma parte de las referencias parisinas. Y efectivamente en esta tienda encontramos un montón de cucharillas restistentes pero por un precio mucho más elevado (entre 4 y 14€ cada pieza).
Al final entramos en varias tiendas de la calle Saint Antoine y encontramos la solución en una tienda que se llama «la vaissellerie» con 2€ por cucharilla…
Al día siguiente se acabó el follón acerca del matrimonio gay. Votaron la ley en la asemblea y ahora sólo falta que el consejo constitucional procese el recurso presentado por unos diputados y senadores pleitistas…
El jueves tuve la oportunidad de asistir a un espectáculo de danza de la compañía Blanca Li titulado Electro kif. La coreógrafa se apropió la vitalidad de las danzas urbanas para crear una posibilidad de encuentro ente estos jóvenes bailarines y un público abierto y curioso. El resultado me pareció realmente impresionante, tan en el plan técnico como por la energía que necesitarán estas danzas.
Ayer volví a pasear por el discreto distrito 8 y constaté con alegría que la iglesia rusa Alexandre Nevsky estaba abierta. Cuando entré, me encontré en medio de una ceremonia y me marché de puntillas. Pero este breve momento resultó una perfecta preparación para el concierto que me esperaba en la sala pleyel.
Ayer la mítica sala parisina recibía al músico francolibanés Ibrahim Maalouf, trompetista brujo, que cautiva con sus cuartos de tono tan orientales. Fueron dos horas de maravilla escuchando una música que se nutre de tantas culturas que se vuelve inclasificable.
¡Como cuesta volver a la cotidianidad!
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