Este fin de semana fue cuando los artistas del barrio de la Goutte d’or organizaron jornadas de puertas abiertas bautizadas «Puertas de oro«: 41 lugares señalados por una pequeña bandera de color oro, 71 expositores, en una zona cuya superficie no llega a medio kilómetro cuadrado…
La bandera más cercana se hallaba en una de las ventanas del edificio de enfrente y desde mi balcón se veían dos banderas extras. Así que no había otra opción que dar una vuelta para descubrir el trabajo de estos artistas y, de paso, visitar algunos lugares.
Para tener acceso al edificio de enfrente, era preciso pedir el código por teléfono a los artistas así que no me paré y visité el LMP teatro alternativo que albergaba cinco artistas. Luego me paré en el bar de la esquina en donde esperaba otro artista.
Cien metros más allá visité el taller salon de té de Isabelle Cherchevski en donde tres creadores proponían sus obras y con cincuenta metros más llegué al «Echomusée» en donde el dueño presentaba una yuxtaposición de obras.
Siguiendo en la misma acera pero diez metros más allá, la librería taller «les xerographes» presentaba las obras de seis artistas.
En el bar de la siguiente esquina, la exposición no era visible por causa de partido de fútbol. Total pasé por el jardín móvil y su exposición al aire libre.
Caminando al azar, 200 metros más allá, descubrí una nueva tienda de diseño bautizada ¿adónde?. Luego pasé por el local de una asociación antes de visitar la tienda taller de la brasileña Márcia de Carvalho. Allí pude admirar vestidos de encaje impresionantes así como varias creaciones de la estilista.
Luego pasé por la calle Richomme y a 200 metros de mi última etapa descubrí una casa improbable en donde una creadora de trajes de teatro presentaba sus obras.
100 metros más allás visité dos talleres de artistas en uno de los edificios construidos cuando renovaron el barrio. Cada taller cuenta con 40 metros cuadrados, techos de 4 metros de altura y un gran ventanal mirando hacia el norte. En el primer taller presentaban arañas increíbles. En el segundo taller me impresionó la luz y pude admirar las obras de una pintora.
Mi última visita fue para el café social de la calle Dejean en donde Bruno Lesmesle presentaba sus fotos del barrio.
Al volver a casa, mientras descansaba un rato en mi pequeño balcón, se oía al violoncelista de enfrente…
¡Por algo me gusta este barrio! 🙂
¡que recuerdos me ha evocado este relato! Que día tan fantástico pasamos Manolo y yo recorriendo de tu mano esas muestras de arte que no están en museos, sino en bares, patios o locales del barrio. Gracias una vez más por hacerlo posible. Un beso.