Por el puente de la Asunción, esta semana laboral resultó cortísima. Quedaba poca gente en la oficina y aprovechamos la relativa tranquilidad del momento para compartir algunos pasteles argelinos con té de menta…
El miércoles por la mañana, no había otro viajero en mi autobus de siempre y el maquinista, tras preguntarme mi destino, me dejó al pie del edificio en donde trabajo. ¡Vaya lujo!
Inauguré el largo puente viajando por las afueras de París en otro autobus. Zonas fronteras con una densidad de transportes colectivos relativamente baja, zonas de tránsito con acampamientos de gitanos roms en cualquier terreno abandonado, zonas que se transforman para albergar a los que atraen las luces de la ciudad…
Tras una parada en uno de estos centros comerciales pegados al periférico, con gusto volví al universo del metro.
El jueves constaté con alegría que muchas tiendas respetaban el día festivo y permanecían cerradas. Pero tampoco sueño: tengo claro que mantienen este cierre porque saben que sus clientes parisinos aprovechan el puente…
Yo hice un gran paseo en bici y por la tarde, al pie de la colina de Montmartre, se veían esencialmente turistas 🙂
El viernes pasé por el mercado Saint Pierre y en las tiendas que visité, el número de dependientes superaba el número de clientes 🙂
También visité la tienda de una modista africana de mi barrio y pasé un rato muy interesante comparando los tejidos de los diferentes paises de Africa y admirando las prendas que fabrica… ¡Volveré a su tienda!
En otro momento la curiosidad me llevó hasta la plaza Denfert Rochereau y constaté con sorpresa que había una larga cola para visitar las catacumbas. Luego recorrí la calle Daguerre abandonada por sus habitantes.
Al final pasé por la estación de Montparnasse en donde el baile de idas y vueltas seguía a tope…
Hoy toca disfrutar de los últimos momentos de tranquilidad antes que vuelvan los parisinos…
¡GRACIAS! 😉