A principio de marzo constaté que me quedaban días de vacaciones de 2014. Así que me instalé en mi refugio borgoñón y reservé varios viajes de ida y vuelta hacia París.
Al vivir todos los días en la capital gala, no es preciso organizar las cosas de una manera muy estricta ya que lo que no cabe en una jornada queda para el día siguiente. Pero cuando lo consideras desde varias centenas de kílometros, resulta totalmente diferente. Por cierto, yo no tenía proyectos de visitas de monumentos pero bien aproveché las 24 horas de este París exprés.
Para empezar, hice una lista de lo que no podía encontrar en mi pequeña ciudad de vacaciones.
Así cuando pedí agua de azahar en el supermercado, me mandaron a la farmacia en donde te cobran hasta diez veces el precio que pagas en la tiendas orientales de mi barrio preferido.
Y a la hora de admirar los corzos que vienen beber al lado del rio, si quieres prismáticos de precio asequible, es preciso comprarlos en una gran ciudad.
Al apuntar cosas y otras, la lista de compras parisinas se alargó.
Nada más llegar a París, pasé por la «casa de la astronomía». Esta tienda fue creada en los años 1940 y se halla en la calle de Rivoli, muy cerca del ayuntamiento. Yo siempre la vi en este sitio y ni siquiera miré el mapa para encontrarla pero nunca había entrado. El dependiente me atendió muy amablemente y me propuso un modelo de prismáticos sencillo, perfecto para los observadores principiantes de la naturaleza. Pude probarlo para examinar los precios de las prendas de la tienda de la otra acera y me pareció conforme con lo que buscaba.
Luego pasé por mi casa en donde cargué las baterías de una viaja cámara de fotos antes de emprender otro recorrido para comprar el agua de azahar y también algunas frutas que no llegan hasta los pequeños pueblos y de continuar con las tres citas del atardecer. La buena noticia fue que las baterías seguían funcionando y no tuve que apuntar una compra extra en el programa.
Al día siguiente, tocaba regar todas mis macetas antes de ir a mi primera cita que me llevó al lado de un mercadillo en donde suelo comprar caramelos.
Volver a casa, preparar las bolsas y llegué con 10 minutos de atraso a la última cita en uno de los restaurantes que bordean la estación de Bercy.
¡Vaya carrera!
caol, muy lindos tus relatos. Todos los domingos antes de dormir tengo presente su lectura. Saludos desde argentina y Bonnes Vacances!