Para empezar pasé dos días en las afueras de París para asistir a una sesión de formación continua muy interesante, dirigida por un ex-magistrado del tribunal de cuentas. Y de paso compartí el cotidiano de los habitantes de la región parisina que dedican todos los días dos horas o más a los transportes.
Aproveché la tarde corta del segundo día para caminar desde la estación de Lyon rumbo a Bastille en donde quería ir de compras. En esta zona maltratada por un alto nivel de tráfico automóvil, algunas calles proporcionan un agradable espacio por donde pasear tranquilamente. Desgraciadamente la tienda que me interesaba no se halla en esta zona.
No vi pasar el miércoles y su sucesión de reuniones agobiantes, ineficaces y cuya utilidad no me parece evidente. Así que el jueves decidí que haría huelga y que participaría a la manifestación.
Ya llevamos varios días con medios de comunicación que denuncian la violencia de algunos empleados de Air France que « maltrataron » al director de recursos humanos. Y la imagen de la evacuación de este señor « descamisado » aparece en todos los diarios.
Pero nadie menciona la violencia que representa para los empleados el chantaje del empleo y el anuncio de varios miles de despidos.
Así que el hecho de bajar a la calle me pareció totalmente imprescindible.
En el desfile encontré un grupo de empleados de Air France. Encima de su furgoneta, habían colgado una camisa desgarrada y emitían la canción « Tomber la chemise » (quitarse la camisa). Lo cual demuestra que no perdieron totalmente el sentido del humor…
Yo hice el recorrido desde la plaza de la República rumbo a la plaza de la Nación con mis colegas y la participación nos pareció muy correcta. Continuará…
Mientras tanto, el distrito 18 celebraba la fiesta de las vendimias pero preferí escapar de este bullicio festivo.
Y ahora acabo de volver a casa. Al salir de la estación, no quise meterme en el metro y cogí un autobus. Al atardecer, desde mi ventanilla, constaté una vez más que París es una ciudad magnífica.