Los días largos y la relativa reducción del tráfico automóvil durante el verano me animaron a volver a usar el sistema de bicicletas compartidas Velib.
Yo tengo un abono que permite trayectos de 45 minutos seguidos y eso es suficiente para casi todos los desplazamientos que me interesan. También mola la posibilidad de considerar cada camino de manera independiente, escogiendo el modo de transporte más adaptado a las circunstancias del momento.
Yo uso Velib esencialmente para ir a la oficina.
A las siete de la mañana ya es de día y somos pocos los que ya están circulando. Además, tras varios ensayos, conseguí identificar un recorrido que evita las grandes plazas, pasa casi exclusivamente por carriles de bicis y resulta relativamente seguro.
Tardo entre 39 y 45 minutos y después de dejar la bici en la estación que se halla al pie de mi oficina, puedo empezar la jornada laboral con serenidad.
No tengo las mismas sensaciones al atardecer. Por un lado hay más tráfico y por otro los conductores me parecen mucho más nerviosos.
Pero cualquier sea el momento, ir en bici requiere mucha atención.
En los carriles, la trampa principal es el peatón despistado o el repartidor apresurado. En las otras partes, es preciso estar atento a las aperturas de puertas de coches.
Total, eso deja poco tiempo para admirar la ciudad de las luces.
En varias ocasiones noté de paso detalles o imágenes muy bonitas. Pero en algunos lugares, pararse para sacar una foto resulta super complicado y preferí renunciar.
Lo cierto es que el abono de velib es un modo de transporte muy económico.
A mi me cuesta 39€ al año y puedo hacer una cantidad ilimitada de recorridos sin coste extra siempre y cuando tardan menos de 45 minutos.
Tambien hay una formula para un día (cuesta 1€70) y otra para una semana (cuesta 8€). Y cuando controlas los 22 kilos de estas bicicletas, cualquier otra bici te parece extraordinaria. 🙂