Desde la ventanilla de mi autobús de siempre constaté con alegría que amanece cada día más temprano. Si no retomé mis largas caminatas de la madrugada, por lo menos intenté hacer algunos paseos entre los chubascos.
El primer paseo empezó el miércoles al atardecer. Visité varias tiendas cerca de la plaza de la Nación antes de seguir rumbo al jardín de la Roquette.
En la esquina de la calle de Montreuil, los clientes del “comptoir Voltaire” ya olvidaron la visita del terrorista que activó su cintura de explosivos dentro del café. Cuando pasé delante del local, noté que la pantalla gigante estaba funcionando y deja ver un partido de fútbol.
Más arriba, constaté que los programas de rehabilitación de viviendas ya empiezan en las pequeñas calles que hacen el encanto del distrito XI. Por suerte, respetan la altura de los edificios e intentan preservar la identidad del barrio.
De paso constaté que se multiplican los sitios pequeños que proponen comidas baratas. No sé cómo estos nuevos empresarios consiguen retribuir todas las horas que dedican a su comercio…
Cuando llegué al jardín de la Roquette, empezaba a llover y la gente no se demoraba en la calle. Tenía tiempo así que quise visitar algunas tiendas que conozco cerca del jardín Maurice Gardette pero un chubasco torrencial interrumpió todas las actividades. Yo estaba muy cerca del toldo de un café así que pude abrigarme y contemplar el espectáculo.
Luego fui a cenar en un restaurante de la zona y por 20€ conseguí un plato, un postre y una bebida. Pero no es un sitio tan de moda como el patio “Saint-Emilion”…
Ayer tuve que enfrentar la lluvia para comprar una repisa. En el almacén de barrio que se halla al lado del ayuntamiento del distrito XVIII, el hombre que me atendió estaba escuchando música clásica. Como le preguntaba qué estaba escuchando, me contestó que se trataba de la contralto Kathleen Ferrier y precisó que finalmente poca gente conocía a esta artista. Yo precisé que tenía varios discos de esta señora y el señor me regaló una sonrisa de afición compartida. Confieso que nunca hubiera imaginado que toparía con un admirador de esta cantante en esta tienda. Pero esas sorpresas forman parte de las cosas que me gustan en el distrito XVIII.
Hoy los parisinos podían asistir a dos reuniones políticas. La primera, cerca del Trocadero, apoyaba al candidato conservador, enredado en historias de empleos ficticios otorgados a su familia. La secunda, en la plaza de la República, con cacerolas, protestaba contra la corrupción de los políticos. Como anunciaban granizo en ambos sitios, preferí visitar unas tiendas de las afueras.
¡Mañana será otro día!