Este fin de semana tocaba aprovechar uno de los fines de semana alargados del mes de Mayo. Nos perdimos el puente del 8 de mayo por culpa de las elecciones presidenciales así que son muchos los que esperaban el puente de la Ascensión para escaparse de París y yo como los demás.
Para empazar, el jueves por la mañana, tuve que enfrentar el cierre de la línea que me lleva a la estación de trenes. La sociedad del metro consideró que mucha gente se marcharía de la capital y decidió aprovecharlo para planear algunas obras excepcionales. Por suerte hay otras líneas al lado de mi casa pero no son tan directas y cuando viajas con doce kilos de gatas, eso importa.
Cuando llegué a la estación de Bercy, constaté que había mucha gente esperando y muchos ciclistas. Pero como tenía mi asiento reservado, eso no me preocupó: puse las gatas en el portaequipaje y esperé la salida del tren.
Lo cierto es que había muchisima gente en el tren y pocos asientos libres, pero lo que más me sorprendió fue el anuncio del cobrador del tren:
«Señoras y señores, les informo que nuestro tren no puede salir porque tenemos un problema de seguridad con algunas bicis que impiden el paso. Rogamos que los viajeros que viajan con bici rumbo a Montargis bajen del tren y usen un tren de cercanías».
Ya había notado la presencia de muchos ciclistas pero no pensaba que eso se convertiría en un problema de instalación de las bicis en el tren…
Uno de los ciclistas que estaba a mi lado, desmontó su bici para dejar espacio a los demás pero eso no fue suficiente. Los cobradores seguían con su anuncio pero sobra decir que nadie aceptó cambiar de tren.
Media hora después, empezaron a explorar todos los vagones para determinar donde quedaba espacio y tras desplazar una decena de bicis, volvimos a una situación aceptable para la seguridad de todos. Total arrancamos con 45 minutos de atraso…
Las gatas aguantaron la demora y viajaron una vez más como pasajeras clandestinas.
Pero para disfrutar de unos días en un jardin soleado, merecía la pena 🙂