No todos los parisinos pueden vivir en una linda casita con jardín incluido. Total, cada vez que las evoluciones urbanas dejan aparecer un baldío, los vecinos intentan apropiarse la parcela para transformarla en jardín compartido. Generalmente es preciso crear una asociación y firmar un contrato de ocupación precaria. Pero cuando esta precariedad se prolonga una decena de años, deja tiempo para desarrollar un bonito jardín.
Cerca de mi casa existen varios espacios declarados como jardines compartidos.
La asociación “la goutte verte” cuidaba un gran baldío en la calle Cavé, pero cuando empezaron las obras, tuvieron que trasladar los vegetales hacia un terreno de deporte desocupado. La asociación “la table ouverte” también se trasladó desde el terreno dedicado a un centro musical, rumbo al terreno de la antigua mezquita.Y la asociación “Le bois Dormoy” consiguió salvar su pequeño bosque de las excavadoras.
Estas asociaciones cuidan espacios cerrados, y si no eres socio de su estructura, las visitas informales resultan casi imposibles. Algunas dejan ver la parcela desde la calle, otras la esconden y el trato de los visitantes también es más o menos acogedor…
A lo largo de mis ciberpaseos, encontré la página de un jardín asombroso y pensaba que estaba en las afueras de París. Quise visitarlo y cuando miré la dirección, constaté que se hallaba en el distrito XIX. Total, me fui caminando rumbo a este sitio.
El jardín se halla en el centro de la parcela que ocupaba el antiguo hospital Herold, pero si no te atreves a pasar por la calle Francis Ponge, no te enteras de su existencia.
Se trata de un jardín público y lo primero que se nota son los espacios dedicados a los niños.
Luego, al adentrarse, uno descubre la parte que cuida la asociación.
Me encantó constatar que esta parte no se esconde detrás de rejas y tiene los mismos horarios de acceso que el jardín público. Cuando pasé por primera vez, sólo vi a una señora recogiendo los desechos abandonados por unos sinvergüenzas, pero pensé que no formaba parte del equipo del jardín compartido.
Cuando volví allí, el sábado por la mañana, encontré a tres señoras instaladas en la parte compartida del jardín y conversando. Una de ellas abandonó a sus compañeras para presentarme el jardín compartido.
Me contó que cada persona que lo pide puedo conseguir un metro cuadrado para instalar las plantas que quiere y me enseño su propio cuadrado. Me mostró las plantas, me contó sus virtudes, me hizo sentir algunas hojas, mirar flores…
¡Si viviera más cerca de este sitio, con gusto me apuntaría a esta asociación!
Cuando me despedí me precisaron que suelen estar en jardín los sábados.Espero el próximo día de sol para visitarlas de nuevo.