Al pasear por el distrito XII, noté tres cementerios diferentes en menos de un kilómetro cuadrado. Eso me llamó la atención y pasé otra vez por esta zona para visitar estos recintos, pequeños por el tamaño, pero grandes por lo que suelen contar de las ciudades.
El más romántico es probablemente el pequeño cementerio de Bercy, que se halla al extremo sureste de la calle de Charenton. Su superficie apenas llega a sesenta y dos áreas y no alberga personajes excepcionales. Pero cuenta con una decena de árboles, entre los cuales un melocotonero que se instaló en una tumba, varios rosales, una parra, y los altos árboles de las calles contiguas completan el panorama. A pesar del movimiento exterior, desprende una muy agradable sensación de tranquilidad.
En el otro lado del bulevar Poniatowski, el cementerio Valmy no tiene el mismo encanto. Comparte sus límites con el bulevar periférico, el espacio de la red ferroviaria y la avenida de la puerta de Charenton, o sea un caos de ruido y de tráfico. Curiosamente, a pesar de ubicarse en el territorio parisino, pertenece a la ciudad de Charenton-le-pont. Cuenta con unas 250 áreas, pero no tiene mucha vegetación y cuando hay sol, regala poca sombra.
Tampoco alberga personajes excepcionales o sepulturas notables, pero entre las filas de tumbas, me gustó el juego del sol en esta mira de vidrio colorido.
El tercer cementerio de halla al lado del museo nacional de historia de la inmigración. Como el precedente, se ubica en el territorio parisino, pero pertenece a la ciudad de Saint Mandé. Cuenta con unas 300 áreas y también se halla al lado del periférico. Pero tiene ya bastante vegetación para regalar algunas zonas de sombra.
Nada más entrar uno encuentra un cartel con la lista de los personajes “conocidos” y la ubicación de la estatua creada por Raymond Sudre para la tumba del luchador Calixte Delmas. Pero lo que más me divirtió fue el espacio de almacenaje de las regaderas, justo al lado de la fuente, con cadenas y obligación de poner una moneda para poder soltar una regadera.
No sé cuánto costó este sistema que impide el vagabundeo de las regaderas, pero apuesto que será mucho más que el valor de dichos objetos. Lo cierto es que este dispositivo me parece bastante representativo del conservatismo de la muy selecta ciudad de Saint-Mandé. Y también me confirma que instalarme en un barrio rebelde fue una buena elección.