Si nadie sabe lo que pasará con el movimiento de los chalecos amarillos, entender como llegarón a este nivel de cólera no es tan complicado.
Desde la elección del presidente Macron, son muchas las pequeñas decisiones que machacaron al ciudadano de a pie.
Si recuerdo bien, todo empezó cuando redujeron el subsidio de alojamiento de 5 euros mientras renunciaban a una parte del impuesto sobre la fortuna. La idea era devolver dinero a los ricos para que puedan gastarlo y así mejorar los ingresos de los demás como lo explica la teoría del goteo…
Luego hubo un recorte de las pensiones de jubilación superiores a 1200 euros.
En el campo de la educación, armaron una nueva herramienta para que los bachilleres puedan enunciar las carreras que les interesan y, si hay suerte, tener la autorización de matricularse…
Al principio de las últimas vacaciones, redujeron la velocidad máxima a 80 km/h en las rutas, lo cual, concretamente, significa más multas por exceso de velocidad.
Y ahora hablan de una nueva tasa carbono y de convergencia de precios entre el diesel y la gasolina.
El ciudadano de a pie no tiene bastante dinero para vivir en una zona con muchos transportes públicos.
Depende de su coche y los gastos asociados son cada día más importantes. Trabaja, pero su sueldo no es para tirar cohetes (la mitad de los franceses gana menos de 1700 euros al mes). Y para una parte de la población, es preciso contar cada centimo para no endeudarse, y más aún cuando empieza una temporada de paro.
En frente de estos ciudadanos, el presidente demuestra una inexperiencia alucinante con frases tan tontas como «para encontrar un trabajo, basta con cruzar la calle»…
Y eso aumenta la cólera de todos los que se sienten despreciados.
El pasado jueves, estaba esperando un tren en la estación de Bercy. Los cobradores impedían el acceso a los vagones a toda persona que no presentaba su boleto. Y eso provocó enseguida el enfado de unos viajeros, hartos de pagar abonos mensuales caros para trenes que no funcionan o tienen atraso. Y empezaron a insultar a los empleados de la sociedad de ferrocarriles, «privilegiados que cobran más de 2000 euros al mes sin mover ni un dedo»…
¿Cómo explicarles que estos empleados no son responsables de esta situación?
Lo único bueno de este movimiento de los chalecos amarillos es que provoca la formación de nuevos colectivos. Y si hay suerte, un dia entenderán que «El pueblo unido jamás será vencido«.
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