Esta semana tuvimos un tiempo casi primaveral, ideal para seguir explorando París. Tenía ganas de descubrir estas calles que diviso desde el tren que me lleva a la estación de Bercy, escogí varias calles del distrito XII.
Muy cerca de la Porte Dorée, descubrí una pequeña calle tranquila en donde todavía existen algunos pabellones de otros siglos. Si no tienen el encanto de “la campagne à Paris”, tienen buena pinta y con gusto pasaría algunas temporadas por aquí.
Luego seguí rumbo a la calle de Charenton. Desde la acera no se ve el espacio dedicado a los carriles, pero se imagina fácilmente el amplio espacio que se abre para los que viven en las plantas altas de algunos edificios. Al entrar en la calle Coriolis, los carriles se vuelven más presentes, así como la sensación de espacio. Pero pronto desaparece al bajar rumbo a la calle Proudhon.
Luego, al seguir por la calle del Charolais, uno descubre un proyecto de creación de nuevas construcciones en un espacio liberado por la sociedad de ferrocarriles, justo al lado de la estación de Lyon. De momento, en esta calle dedicada a Jorge Semprún, los edificios se hallan exclusivamente en la acera norte. Pero imagino que pronto seguirán construyendo y la calle ya comunica el conservatorio municipal Paul Dukas.
Al salir de esta zona, uno llega al viaducto de los artes en donde no faltan los escaparates siempre interesantes.
En otro día pasé de nuevo par la calle Proudhon, pero esta vez seguí por el túnel que permite a los coches, las bicis y los peatones de pasar por debajo de los carriles que llevan a las estaciones de Bercy y de Lyon. Este espacio fue reformado a partir del proyecto de dos alumnas de le prestigiosa escuela Boulle, y la verdad es que no se siente inseguridad al cruzarlo.
Una nueva sesión de exploración me dio la oportunidad de entrar a hurtadillas en el square Georges Contenot por la calle Claude Decaen. Este conjunto de vías privadas se halla en medio de une manzana y comunica cuatro torres de 12 plantas, construidas en medio de un gran jardín arbolado. Las torres tienen una forma especial que permite proporcionar pisos con orientaciones opuestas. Se trata de viviendas sociales, pero con un montón de detalles que mejoran la vida como el huerto compartido.
Justo al lado de este conjunto, también descubrí un pequeño callejón sin salida con casitas de dos o tres plantas. No sé cuanto tiempo resistirá a la presión de los promotores inmobiliarios.
Lo cierto es que tendré que pasar horas caminando para seguir descubriendo este distrito.