Años atrás, compraron y acondicionaron un espacio privado de aparcamientos para transformarlo en jardín.
A pesar de su superficie reducida (1500 metros cuadrados), proponía por lo menos un espacio de juegos para los niños, en una zona de construcciones muy densas. Total, la gente del barrio pronto se apoderó de este jardín bautizado “Alain Bashung”, como homenaje a este cantante que vivía en el vecindario.
Todo iba bien cuando llegaron estos niños callejeros procediendo de Marruecos solos, con apenas entre 8 y 15 años.
Explotados por traficantes mayores, y rápidamente drogadictos, estos niños se apoderaron del jardín y provocaron varios desórdenes en el barrio, por su violencia y por sus numerosos asaltos.
El primer reflejo de las autoridades fue cerrar el jardín y contratar una empresa de vigilancia.
Luego decidieron dedicar casi la mitad del jardín a lo que se llama ahora la pequeña finca de la Goutte d’or.
Llevo varios meses con la idea de visitar la instalación, pero sea no tenía tiempo para hacerlo, sea la finca estaba cerrada. Por fin la dicha me acompañó y pude entrar en este recinto.
La primera cosa que noté fue el espacio de acogida con mesas y sillas. Sirve para dar informaciones sobre los animales y organizar actividades. Justo al lado se halla el corral de las ovejas, una blanca y una negra, ambas acostumbradas a las visitas y buscando pan y caricias.
Más adelante, las gallinas ocupan otro corral, justo al lado del espacio reservado a los conejos.
En el centro de la finca, el antiguo jardín compartido sigue prosperando y los artistas del barrio regalaron un magnífico elefante.
Todos estos elementos atraen las clases del vecindario y al contemplar el interés de los niños que visitaban el espacio cuando estaba allí, imagino que estos momentos en la finca resultarán extraordinarios para estos desagradecidos que crecen sin conocer otra cosa que la gran ciudad.
También hablé un rato con la señora que llevaba el sitio y me contó que hacía eso en el marco del servicio cívico. Lo bueno es que parecía apreciar esta experiencia. Lo malo es que la pagan muy poco…
Pero las caras maravilladas de los niños compensan muchas cosas…