Esta semana celebraban la fiesta de las vendimias y entre los numerosos preparativos toca mencionar la decoración de varias escaleras de la colina de Montmartre.
A mi me gustó la pintura que hicieron en la escalera de la calle Becquerel, pero confieso que no pasé metódicamente por todas las escaleras para comparar los dibujos.
Y si eché un vistazo al programa de la fiesta no tuve ganas de meterme en el caos de gente que invade la colina en esta ocasión.
Preferí aprovechar los momentos sin lluvia para seguir explorando zonas que no suelo frecuentar. Así fue como, al seguir la calle de Provence, descubrí el mercado de antigüedades instalado en las calles de Mogador y de la Chaussée d’Antin, en el muy activo distrito IX. En estas calles encontré un alineamiento de carpas presentando esencialmente objetos de colección, vajilla, ropa y algunos muebles. Si miré algunas cositas, no me atreví a pedir los precios, obviamente exagerados. Justo a mi lado, una pareja de viejos argentinos estaba discutiendo el valor de un “modesto” cenicero. Más adelante uno de los anticuarios explicaba a sus colegas que llevaba varias semanas de pocas ventas y se arrepentía de haberse apuntado a esta fecha. Yo creo que sobreestimaron el poder adquisitivo de los habitantes de esta zona.
Mas arriba, muy cerca de la plaza de Clichy, encontré una bonita herboristería. Desgraciadamente estaba cerrada, pero apunté la dirección en la larga liste de sitios que tengo que visitar alguna vez.
Aproveché otro atardecer soleado para recorrer la calle del “Roi de Sicile” y la calle de la Verrerie. Siempre me asombran las evoluciones comerciales de este barrio, con tiendas nuevas, otras que desaparecieron y unas pocas que sobreviven a todos los cambios de moda. Noté de paso las direcciones de dos heladerías que tendré que probar con una amiga, y si resistí a varias tentaciones, compré un regalito para doña gata, eterna dueña de mi casa, antes de marcharme rumbo a la estación del Este.
Algo que me llamó la atención fue que en todas las tiendas que visité, se notaban pocos clientes. Quizás sea una vez más porque ando algo a destiempo. Pero también creo que los gastos de la vuelta y el pago de los impuestos locales no dejan mucho para los gastos non imprescindibles.
Yo retomé la pila de libros que esperan al pie de mi cama. Lo bueno de leer es que te deja a salvo de las compras y de la lluvia.