Volví a París el lunes por la tarde después de un viaje improbable, con un tren cancelado y otro que hace paradas al azar para recoger a los viajeros abandonados.
En el metro que me llevaba a casa, repleto como siempre, crucé los dedos para alejar el coronavirus. De momento resultó bastante eficaz, pero también intento evitar los transportes demasiado concurridos y pasó muchas horas caminando.
Cuando me marcho unos días, siempre necesito meterme en algunas caminatas para volver a encontrar el ambiente parisino.
Esta semana pasé por varias calles de la zona de Ménilmontant.
Delante de la “Bellevilloise”, ya había gente haciendo cola para el espectáculo del día.
Ya derrumbaron las construcciones de los okupas de la “Miroiterie” y dentro de unas semanas, anunciaran el programa de construcción que imaginaron para la parcela. Más abajo, descubrí una pequeña calle con algunos locales acogedores para ir de copas.
También recorrí una parte del distrito XI y pasé por la tienda de Cyril Lignac, justo al lado del jardín de la Folie Titon, para probar de nuevo algún pastel de alta repostería.
Pero la caminata principal ocurrió esta tarde.
Hoy se celebraba el día internacional de los derechos de las mujeres y organizaban una marcha, desde la plaza de Italia rumbo a la plaza de la República. Y para ver cómo iba el tema, me acerqué del punto de salida de la marcha.
Ya en la línea 5 del metro, se veía una mayoría de viajeras, con carteles de todas clases. Pero al llegar a la plaza de Italia, constaté que no habían parado el tráfico automóvil…
Di la vuelta de la plaza para encontrar la cabeza de la manifestación y así pude contemplar el principio del desfile.
Lo primero que me llamó la atención fue la presencia de un grupo muy importante de hispanohablantes, procedente esencialmente de México. Poco después, una asociación de mujeres kurdas presentaba sus reivindicaciones. Pero lo que más me alegró fue la proporción importante de jóvenes, con eslóganes muy chistosos y generalmente acertados.
Desgraciadamente, no había mucha gente y después de media horita, no quedaba gente en la plaza de Italia.
Yo pasé por los transportes públicos para visitar varias tiendas de plantas e hice otra larga caminata por la orilla del Sena. Los muelles que se hallan al pie de la Gran Biblioteca fueron inundados por la crecida del río.
¡Mala suerte para el despistado que olvidó su escúter en este lugar!
De momento seguiremos esperando la crecida centenaria…