El hecho de instalarse en un confinamiento a largo plazo cambia las perspectivas. Alguno manifiesta cierto desaliento mientras otro pregunta en general como los demás viven la situación… Yo empecé a hablar de vacaciones con mi adjunta.
Resulta que su pareja trabaja en el ministerio de la cultura y están obligados a tomar cinco días de vacaciones antes del fin del confinamiento. Y a mí me queda un día de vacaciones del 2019. Así que acordamos que ella tomaba el miércoles y el jueves, mientras yo tenía el viernes libre.
Si repetí el ritual de la caminata antes de trabajar, cambié partes de la ruta y me quedé algunas veces un ratito delante del Sagrado Corazón para contemplar las luces del amanecer. Pero la disciplina del teletrabajo no deja mucho tiempo para extraviarse.
Otro cantar fue el viernes, día de vacaciones.
Para empezar, me marché de casa media hora más tarde y cuando llegué a la terraza del Sagrado Corazón, topé con la vecina de la quinta planta. Me contó que, al despertar sobre las cinco, había decidido de subir a la colina con su coche (tiene 82 años) y ya llevaba un ratito contemplando la ciudad.
Ya le enseñé varias fotos de mis madrugadas y quería saber de dónde las había sacadas. Entonces le mostré varios puestos interesantes antes de invitarla a almorzar y de seguir corriendo rumbo abajo.
Ese día traspasé otra vez los límites reglamentarios de los paseos matutinos, abandonando el encanto de la colina para perderme cerca de la estación del Norte y de la estación de metro La Chapelle. Luego pude salir sin prisas para hacer una parte de las compras de la semana.
En medio día, mis vecinos de siempre llegaron y fue un agradable momento compartiendo el almuerzo. Dediqué la tarde a temas personales y por la noche pude perderme en una novela que compré unos meses atrás.
Ayer, hice de nuevo un gran recorrido pasando por la estación del Norte, en donde descubrí una nueva vista del Sagrado Corazón, antes de seguir rumbo al norte por la calle Pajol. El mercado de l’Olive permanece cerrado y no noté mucha vida en el vecindario. Y hoy, repetí casi el mismo camino, pero al revés.
Esta semana, también vimos varias veces un helicóptero dando vueltas encima de nuestro barrio, como si fuera vigilando a la gente. Lo cierto es que se ven muchos coches de policías, pero de momento, a mí no me controlaron.
De momento se celebra el principio del Ramadán, con mezquitas cerradas y distribuciones de comidas para los más necesitados. Y la gente empieza a temer el desconfinamiento.
Por suerte, dentro de poco, tendremos más informaciones acerca de este rompecabezas… Continuará