Después de estos días lejos de la capital, tuve una semana parisina muy corta, pero bastante intensa, con largas jornadas laborales.
En la peluquería, la dueña me explicó que dedicaba mucho tiempo a desinfectarlo todo entre dos clientes y que entonces no podía atender a tantas personas como siempre. Además, estaba harta de trabajar con la máscara. Y como llevó dos meses sin trabajar, tampoco tiene dinero para marcharse de vacaciones.
El kinesioterapeuta parecía más tranquilo. Renunció a trabajar durante el confinamiento porque el riesgo le parecía excesivo y aprovechó estos meses para mirar series danesas, leer unos libros, cocinar y pasear en bici. Su madre padece demencia senil y vive en una residencia especializada en donde no tuvieron ni un caso de coronavirus. Así que tendrá que seguir manteniéndola unos meses extras…
El miércoles, también empezaban las rebajas del verano. Yo no tenía ganas de ir de tiendas al salir de la oficina, así que aplacé la visita al sábado. Y como no sabía si estas ventas atraerían a muchos clientes, preferí empezar mi recorrido por la mañana.
Ya en el metro, me di cuenta de que llevaba muchos meses sin cruzar el Sena para visitar la calle de Rennes y su colección de tiendas. Y nada más llegar, constaté que, si algunos comercios cerraron, todavía quedan muchas tiendas abiertas y más terrazas de cafés.
Yo tenía una idea precisa de las tiendas que quería visitar, pero acabé con el presupuesto en la primera que visité y tras pasar por un segundo comercio, preferí seguir caminando rumbo al Norte.
Si había pocas personas en las tiendas de la calle de Rennes, en Saint-Germain des Prés, las terrazas de los restaurantes estaban a tope de clientes. Más adelante, las tiendas de la calle Bonaparte seguían esperando a sus clientes. Yo miré de paso los escaparates de las galerías de arte antes de cruzar el Sena por el puente del Carroussel.
En la zona del Louvre, se notaba la vuelta de los turistas. Vi pasar varios autobuses de dos pisos y en el jardín de las Tuileries, ya instalaron varias atracciones de feria. Cerca del Palacio Real, en la plaza Colette, un grupo de músicos tocaba temas clásicos. Más adentro, las columnas de Buren volvieron a servir de zócalo para sacarse una foto.
En los jardines, pocas personas enfrentaban el sol de medio día y no quedaban bancos libres en la sombra de las alamedas.
Preferí seguir rumbo a la calle del Louvre por donde pasa un autobús que me deja muy cerca de mi casa, y pasar el resto del día jugando con la gatita.