Se acerca el mes de agosto y las ansias de vacaciones…
Muchos parisinos aplazaron la elección de su lugar de veraneo. A lo largo de estas semanas de incertidumbre, no se sabía cuándo uno podría marcharse de París. Yo lo experimenté con la gatita: la reservé sin saber cuándo podría recogerla, pero tuve mucha suerte. En este contexto, al reservar un destino y pagar el depósito, uno corría el riesgo de perder una parte de esta cantidad y son muchos los que prefirieron esperar.
A la hora de elegir un destino, sobra decir que el tema del dinero no es secundario. Para los que no pudieron trabajar durante el confinamiento, las medidas sociales no compensaron totalmente la pérdida de ingresos y ahora se trata de recuperar. Hay por lo menos una persona en este caso entre mis conocidos y para él, el verano será parisino y aceptando todas las ofertas profesionales que ocurran.
Para los que consiguieron ahorrar dinero para marcharse, los destinos lejanos parecen un poco inseguros. Y el gobierno galo acabó recomendando hacer vacaciones en el territorio francés.
Entre mis conocidos, varias personas aprovecharon las relaciones familiares o amistosas para invadir lugares en donde se puede disfrutar del verano. Pero ahora la situación se vuelve más complicada aún porque anunciaron que los casos de coronavirus aumentaron en algunas regiones como consecuencia de las reuniones familiares. Total, para no contaminar a la abuela, ya no se puede invadir su casa.
Entonces ya no quedan otras opciones que gastar mucho dinero, alquilar una casa rural perdida en los montes o quedarse en París.
Para los que no se marchan, el municipio hizo muchos esfuerzos. Mantuvieron las instalaciones de París playa con un programa bautizado “un verano especial” que integra precauciones sanitarias y pruebas gratis para detectar el coronavirus.
En mi barrio, una asociación está transformando una calle peatonal en calle jardín con actividades y juegos para los niños. Para todos los que no podrán marcharse de París, es un “nuevo lugar” de encuentro con los amigos.
También organizaron un “banquete de la cultura” en una de las calles que bordean la manzana en donde vivo. Allí tenemos un teatro, una sala de ensayo para comedia en vivo y un café en donde organizan conciertos de vez en cuando.
Cerraron la calle para impedir el tráfico automóvil, instalaron una escena, mesas y sillas y así fue como empezó la velada.
Sesiones de comedia en vivo, dúo de violonchelos, grupo de jazz, artista callejero pintando en la pared, dos bares para las bebidas y comida regalada por la asociación “Quartier Libre”. Había muy buen rollo y un bonito pensamiento:
“El mundo nunca morirá por la falta de maravillas sino por la falta de gente que se maravilla.”