El lunes por la madrugada, hice una parte del recorrido del confinamiento. Noté más luces, más coches y más gente en las calles que durante la primavera y eso me dio la energía necesaria para enfrentar un nuevo día de teletrabajo, con dos gatas controlándome y apoderándose del teclado de vez en cuando.
El recorrido del martes pasaba en el parque de las “Buttes-Chaumont” en donde ya aparecieron las hojas de oro del otoño.
El miércoles quise hacerme una prueba de COVID y pude experimentar la pesadilla que viven miles de gente: cola de cincuenta personas al amanecer en un primer sitio y obligación de presentar una receta en el hospital militar que se halla al lado de mi oficina. Como conseguir una cita con un médico resulta cada día más complicado, me paré en otro sitio en donde la cola parecía relativamente corta y rellené el formulario sin mirar los carteles. Total, cuando me presenté en la taquilla, no tenía la receta obligatoria, pero cuando expliqué que quería viajar hacia una zona verde sin contaminar a mis amigos ya sexagenarios, me hicieron el favor de atenderme. Otra fila, media hora esperando, cinco minutos de extracción y luego solo falta esperar un día o dos para recibir el resultado por mail.
Por la noche, estaba en la asociación en donde doy clases de alfabetización digital cuando nos enteramos de la última medida del gobierno: se aplicará toque de queda entre las 21h y las 6h.
En esta asociación las sesiones del anochecer empiezan a las 19h y se acaban a las 21h, así que respetar el toque de queda parece complicado. Total, pasamos un momento hablando con los practicantes para estudiar las diferentes posibilidades y acordamos empezar a las 18h y acabar a las 20h.
Al día siguiente, el mail anunciando que la prueba de COVID era negativa llegó a las 9 de la mañana y compré enseguida los billetes de tren para pasar el fin de semana fuera de París. Al atardecer, el camino de vuelta pasó de nuevo por el cementerio del Père Lachaise, pero exploré otros senderos.
El viernes hice de nuevo un recorrido por Montmartre al amanecer. El Sagrado Corazón ya estaba abierto y varios feligreses estaban rezando. Yo preferí admirar las alas de los molinos antes de enfrentar otro día de teletrabajo y de escaparme de la ciudad.
Las nuevas medidas se aplicaron a partir del viernes a las doce de la noche.
Cuando lo piensas detenidamente, eso significa que ya no puedes ir al cine o cenar en un restaurante o simplemente pasar la velada en la casa de unos amigos. Pero eso no impedirá que las personas que quieren reunirse lo hagan a escondidas, trasnochando hasta las seis de la mañana. Ya tenemos varios pisos ocupados de esta manera en el barrio.
Lo peor de la historia es que este fin de semana empiezan las vacaciones escolares de Todos Santos y que los desplazamientos entre las diferentes zonas provocarán muchas contaminaciones extras. Pero eso, los cerebros del gobierno no lo calcularon.
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