Ya se acabó la tercera semana de este confinamiento improbable. Yo seguí desplazándome diariamente hasta mi instituto de siempre, como el tercio de mis colegas. Por cierto, renunciamos a casi todas las reuniones físicas y somos cada día más expertos en la organización de reuniones virtuales. Así que podría quedarme en casa, pero el puesto de trabajo que tengo en el instituto es mucho más confortable que mi equipo de teletrabajo… Y no quiero renunciar a las largas caminatas que me llevan a casa.
Esta semana una de esas caminatas me llevó a la plaza de la Bastille, muy apagada sin las terrazas que le dan vidilla. En el bulevar Beaumarchais, casi todas las tiendas estaban cerradas y tuve que seguir hasta la plaza de la República en donde los adolescentes jugando con sus monopatines invadieron la explanada.
Otro atardecer me dio la oportunidad de caminar desde Bastille rumbo al Municipio de París y el BHV. Pocas veces vi tan poca gente en la calle de los Francs-Bourgeois. Y cuando llegué a la tienda del BHV dedicada a los animales, los dependientes estaban comparando sus horarios y casi eran más numerosos que los clientes…
Tuve la misma sensación de ciudad durmiendo al pasar al pie del Centro Pompidou, cerrado por obras, o al caminar al lado del canal Saint-Martin, abandonado por sus parroquianos.
Ayer, quise comprar un detalle en una tienda de bricolaje que se halla cerca de la puerta de Aubervilliers. Se veía una cola impresionante para recoger los pedidos en línea o cambiar algunos productos. Por dentro, varios carteles anunciaban que, por decreto gubernamental, era preciso pedir en línea los productos navideños instalados en los mostradores. Confieso que no entendí bien porque algunas zonas no eran accesibles, pero como encontré lo que buscaba, no me demoré.
Más adelante, otro almacén anunciaba que se podía comprar exclusivamente los productos absolutamente imprescindibles como móviles o computadores. Y al mirar el mostrador de los cepillos de dientes, pensé que tenían una idea bastante rara de lo que es imprescindible…
Hoy repasé los anuncios de los últimos días y me asombró la cantidad de treintañeros que venden todos sus trastos antes de marcharse de París. Estos cierres que se alargan dejan a muchas personas sin trabajo y sin recursos.
Desgraciadamente no hay más remedios que escudriñar las cifras de sanidad, esperando una mejora para disfrutar las fiestas de fin de año.
…