Todos sentimos alivio cuando supimos que no habría confinamiento de momento. Pero eso no compensa la melancolía que provoca esta distanciación social recomendada en cada esquina y que impide visitar a los abuelos o compartir momentos con los amigos.
En mi entorno profesional, relativamente protegido, varios colegas viven muy mal este toque de queda que casi no deja tiempo para comprar tres tonterías al salir de la oficina. Son muchos los que no pudieron aprovechar las vacaciones de Navidad y las perspectivas de las próximas semanas no permiten hacer muchos proyectos estimulantes. En este contexto, cualquier problema toma proporciones exageradas, simplemente porque no pudiste comentarlo con algún amigo…
Yo sentí un inmenso cansancio que me llevó a renunciar durante varios días a las largas caminatas que tanto me gustan. Me quedé en casa con mi equipo de teletrabajo y la prueba de Covid que hice en la farmacia de la esquina resultó negativa.
El único tema que me levantó la moral fue la preparación de un regalo para una colega que se marcha de nuestro estimable instituto. Compré un oso de peluche de gran tamaño (1m80) y pasé un momento divertidísimo en el almacén de juguetes. Ahora tengo que encontrar una solución para trasladarlo desde mi casa a la oficina…
¡Hasta pronto!