Idas y vueltas

Acabo de probar una primera semana con teletrabajo lejos de París. La verdad es que, mientras no hay huelga de trenes, esta organización resulta mucho más agradable. Mas metros cuadrados para instalar un despacho en casa, menos densidad de población, y la deliciosa sensación (imposible en París) del viento en la cara sin mascarilla 😊

Por cierto, es preciso estudiar los horarios de trenes para optimizar los desplazamientos, pero con un buen libro, las dos horas de tren pasan muy rápidamente.

Al llegar sobre las 21 a la estación de Bercy, no pude resistir a la tentación de recorrer París en la superficie y me regalé un trayecto de taxi.

A las 21, si se excepta a los repartidores, queda muy poca gente en la calle. El genio de la Bastille seguía bailando, solito, encima de su columna, y la República estaba descansando del alboroto diurno.

Tampoco noté mucho tráfico automóvil en los bulevares. La gente se acostumbró a quedarse en casa y los pocos que no respetan el toque de queda tiene que justificarlo en cualquier control.

Al día siguiente, viajé con mi autobús de siempre hacia mi instituto y, al atardecer, hice, andando, el largo camino para volver a casa, parándome de paso en algunas tiendas.

En las orillas del canal Saint-Martin, los únicos que siguen reuniéndose son los propietarios de perros, en la zona dedicada a sus mascotas. Apartando este punto, el canal me pareció totalmente dormido..

 

Mi segundo día de trabajo en París se pareció un poco a un torbellino. Y a la hora de marcharme para tomar el tren, tuve que recoger mis cosas en un plis-plas y, obviamente, olvidé un elemento importante.

Los siguientes días, trabajando desde el campo, me costó encontrar un ritmo para combinar las horas de trabajo, la caminata del día y las imprescindibles compras, dentro de los horarios impuesto por el toque de queda. Pero imagino que poco a poco encontraré una solución.

Mientras tanto, aprovecho una parte de mi tiempo libre para cuidar mi pequeño jardín…

¡Hasta pronto!

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