Desde mi pequeño pueblo de Borgoña, confieso que el cambio de hora de toque de queda me encantó: pude combinar las horas de teletrabajo con varias sesiones de marcha y conseguir un nuevo equilibrio.
Desgraciadamente, mientras los habitantes de dieciséis departamentos descubren los encantos del confinamiento exterior, el virus sigue viajando y contaminando a mucha gente. Llegó hasta el departamento en donde se halla mi casa de campo y el gobierno añadió esta zona a la lista de los territorios que tienen que practicar el confinamiento exterior.
Me asombró esta noticia, pero mi panadera preferida me explicó que se trata de la variante inglesa y que circula muy rápidamente entre los estudiantes de secundaria.
El desarrollo de la pandemia fue suficiente para que un equipo de una gran cadena de televisión nacional hasta este pequeño pueblo para cuestionar a algunos comerciantes y al alcalde.
Yo no veo a mucha gente así que los riesgos de contaminación son bastante limitados. Pero como muchos, tengo la sensación rara de volver un año atrás.
Sé que no hay más remedios que aislarse varias semanas y mientras tanto sigo recorriendo los caminos que rodean el pueblo.
¡Hasta pronto!