Ya empezaron las cuatro semanas de confinamiento con restricciones de desplazamiento a diez kilómetros sin justificación y a treinta con certificado.
Desde mi pequeño pueblo de Borgoña, eso no cambia muchas cosas a mi rutina cotidiana, pero confieso que me fastidia este toque de queda a las 19, que impide cualquier paseo digestivo después de la cena.
Otro cantar será para algunas colegas que todavía no saben cómo enfrentar la pesadilla de las clases desde casa para los niños y tienen que planear alguna solución para las vacaciones de la primavera. Y en nuestra última reunión informal, se notaba bajones de ánimo.
Yo aproveché un día de vacaciones para viajar con unos amigos hasta la capital del departamento y visitar una tienda de vegetales, pero ya tengo bastante planta en mi pequeño jardín.
Dediqué una gran parte de este fin de semana a arreglar detalles en mi casa de campo: tener espacio pone la situación mucho más aguantable…
¡Hasta pronto!