Desde la ventenilla de mi autobús de siempre, noté de paso una imagen de pura poesía.
El ritmo de los transportes públicos no dejaba bastante tiempo para escudriñar la instalación así que pasé de nuevo por allí al atardecer y constaté que los vecinos del número 22 del bulevar Voltaire se habían apoderado del hueco creado en la acera por la supresión de algún árbol muerto.
Unos meses atrás, la dirección de los parques y jardines hubiera regado este metro cuadrado con herbicidas de todas clases. Pero la moda ciudadana del momento es dejar rienda suelta a la naturaleza y así es como pudo desarollarse este micro jardín de plantas agrestes.
Y esta vuelta de la naturaleza «salvaje» se nota en varias partes de París…
El otro día, al lado del puerto de la Bastille, noté varias micro parcelas protegidas para que la flora local pueda desarollarse…
A ver cuanto tiempo seguimos con esta moda.
Mientras crecen las plantas, el pasado sábado fue cuando pasé por la estación de Montparnasse. En este día de gran salida de vacaciones, la estación estaba repleta de viajeros esperando un tren abarrotado, mientras los controladores ya no daban abasto con los problemas de reserva.
Tras despedirme del afortunado veraneante que acompañaba, encontré un autobus que me llevaba casi directamente a casa y pase un gran rato contemplando la ciudad desde la ventanilla.
Para los que vivimos aquí, toca el momento de encontrar abastecimiento alternativo ya que los comercios de siempre también cierran por vacaciones. De momento, sólo se fue el carnicero. Pero dentro de unos días también se marchará Doña Frutera…
Tengo que imaginar algún plan de supervivencia porque no basta con las fresas y las tomates de mi balcón.