Tras el día de la Fiesta Nacional y sus tremendos chaparrones, pudimos disfrutar de varios días realmente veraniegos.
Para empezar dediqué un rato al museo que alberga la Halle Saint Pierre.
Si este sitio proponía inicialmente colecciones de arte naivo, a lo largo de los años cambió de enfoque y ahora presenta colecciones de arte bruto realmente impresionantes.
Y si la planta baja resulta relativamente aplastante, la planta alta deja admirar también la estructura del edificio y proporciona una respiración oportuna.
Pero el rayo de sol me devolvió el optimismo al salir del museo :-)))
Luego controlé la bici que guardo en el sótano, constaté que ya no tenía bombín y tras resolver este problema, conseguí inflar las ruedas y preparar la bici para un largo paseo.
Así es como pude experimentar la clase gratuita de Qi Gong que proponen en el 104.
Ya estuve varias veces en este lugar en mediodía el domingo y estas clases colectivas siempre me llamaron la atención. Así que quise probar.
Como deportista me despistó un poco la experiencia porque pocas aclaraciones dan sobre la manera correcta de moverse. Pero como parisina pensé que era una idea estupenda para que la gente se apropiara este sitio.
E incluso firmé una petición para que sigan con este programa.
Luego aproveché que las calles de París se habían vaciado de sus habitantes para atravesar la capital y otorgarme un helado en la terraza de Raimo
Si dejé la bici en el sótano esta semana, hice una larga caminata que me dio la oportunidad de descubrir uno de estos pequeños sitios de moda al lado del canal Saint Martin. Sinceramente nunca lo hubiera encontrado si uno de mis amigos que sabe de vinos no me lo hubiera enseñado.
Probé un vino blanco que no conocía con un surtido de quesos y embutidos y fue un rato muy agradable.
Este fín de semana, ya empiezan a cerrar todos los comercios y tengo que inventar algún hechizo para sobrevivir mientras mi frutera se va de vacaciones.
Pero ya tengo pistas… Ya os contaré.