Hoy caminé con una venezolana de paso por París. Andamos sin rumbo fijo, compartiendo comentarios sobre nuestras sociedades respectivas.
El choque empezó cuando evocamos los sueños ordinarios de la gente y mi acompañante destacó el anhelo de vacaciones que manifestaban sus huespedes.
Señalé que en Francia para muchas personas, no se puede considerar que pasaste buenas vacaciones si no vuelves bronceado.
Ella me enseñó que en su lejana tierra, consideran el bronceado como marca de pobreza.
Seguimos caminando y entre todas las fotos que sacó mi acompañante solo recuerdo una: se trataba de una tienda en donde broncear, señalada por el eslogan «¡Sonreíd, sois bronceados!».
La agradezco por revelarme un ejemplo extra de la tontería moderna.