Mientras esperamos informaciones acerca del desconfinamiento, quise añadir un elemento lúdico a mi entorno profesional: cada mañana de esta corta semana, mandé une foto sacada en el perímetro de un kilómetro alrededor de mi casa e invité la gente a adivinar el sitio presentado o el lugar en donde estaba para sacar la foto.
El lunes, dos personas identificaron el puente de la calle Riquet. El martes, puse la foto de una de las escaleras de Montmartre con una pista en el comentario asociado, y uno de los ingenieros acertó. El miércoles no encontraron de dónde había sacado esa foto del Sagrado Corazón.
Y para bien acabar la semana, hice la misma pregunta con otra foto del Sagrado Corazón y propuse a la tropa de identificar la calle en donde Achbe escribe sus frases en la acera con una tiza blanca. Tuve varias respuestas, pero nadie acertó para ambas preguntas.
El martes fue cuando el primer ministro presentó su plan de desconfinamiento, y nos quedamos con tantas preguntas sin respuestas que eso provocó más inquietudes todavía. ¿Cómo viajar en metro en las horas punta sin máscaras? ¿Cómo evitar un caos de coches y de bicis con atascazo gigante? Y para los que tienen niños, ¿Cómo organizarán la vuelta a la escuela y las comidas de medio día?
A mí me tocó asistir a varias reuniones largas y pesadas, y proponer medidas de desconfinamiento para mi tropa. Pero con más de 80% del equipo teletrabajando, tenemos ya un funcionamiento casi normal y lo único que propuse fue proporcionar material a los que no pueden teletrabajar de momento. No sé si me harán caso, pero me parece la solución más sensata.
Por suerte el largo fin de semana me dio la oportunidad de olvidar toda esta agitación, de enfrentar la fiebre de temporada y de descansar.
El viernes, después de una larga noche, hice un pequeño recorrido por la colina y pasé el resto del día vagueando en casa.
Ayer hice el paseo de siempre y decidí aplazar las compras alimentarias.
Hoy amanecí sin fiebre y subí directamente al Sagrado Corazón.
En la calle de Achbe, no había frase en la acera. Más arriba, una pandilla de policías intentaba entrar en un edificio, pero ninguno de los inquilinos respondía a las llamadas.
Arriba, había una decena de personas contemplando París. Yo sacié mi mirada antes de bajar rumbo al norte.
Me equivoqué intencionalmente de calle y salí un poco del límite de un kilómetro. Luego seguí por algunas callejuelas que tenía olvidadas, y me paré para contemplar varios dibujos. Confieso que también transgredí la amplitud horaria 😊
Y ahora sólo falta regar las macetas antes de seguir con el último libro de Rosa Montero que compré: Los tiempos del odio.
¡Hasta pronto!