En mi instituto de siempre, no convocaron a todos los empleados el 2 de junio y yo formo parte de los que siguieron unas semanas extras con el teletrabajo. Pero eso no podía durar eternamente y esta semana fue cuando me quedé tres días teletrabajando y volví a la oficina por primera vez desde el 16 de marzo para dos días en el sitio.
Mi primera aprensión estaba relacionada con los transportes públicos. Normalmente, apenas llegamos a una decena de viajeros en mi autobús de la mañana, pero no sabía cuántas personas habían dejado el metro para viajar en autobús. Nada más llegar a la estación, encontré a una conocida y ella me tranquilizó. Luego pude constatar que a penas llegamos a una docena de viajeros.
Al llegar al instituto, tuve que pasar por la mesa en donde acogen a los que vuelven al sitio por primera vez desde el confinamiento. Me dieron un mapa para explicarme como desplazarme por el campus y dentro de los edificios, tres máscaras para el día y una botellita de gel para lavarse las manos. Por suerte la señora que lo explica todo a la gente que vuelve por primera vez, pronto entendió que me fastidiaba con sus explicaciones y se limitó a un resumen.
Todo eso me pareció muy bien organizado, pero nada más llegar a tu planta, tienes que abrir una puerta y no hay más remedio que dejar algunos microbios en el pomo de la puerta…
Luego constaté con alegría que hubo gente buena que regó mis plantas porque a pesar de tres meses de ausencia, todas estaban muy bien.
La jornada siguió compartiendo café con algunos colegas y luego empezaron las cosas más o menos serias.
El primer paso fue actualizar la computadora de la oficina, tarea que siempre provoca la aparición de errores raras. El segundo fue recuperar y clasificar el correo papel durmiendo en la secretaría.
Luego varios colaboradores pasaron por mi despacho y me contaron detalles de su confinamiento. Sobra decir que fue una experiencia tan improbable que ahora tenemos que compartir lo que vivimos en nuestras burbujas respectivas. También surgieron varias aprensiones y ansias de volver a encontrar los compañeros de trabajo. Fue un día globalmente muy raro.
Al marcharme del instituto, quise comprarme una mochila para la computadora en una tienda que se halla al lado del metro Saint-Sébastien-Froissart. Yo podía ir caminando, pero quise domar la aprensión del metro. Entonces pude constatar que la frecuentación de los trenes es muy reducida y que todos los viajeros llevan una máscara.
Tarde cinco minutos para comprar la mochila y pude probarla al volver a casa caminando.
Mi segundo día de trabajo en el instituto me dio la oportunidad de volver a explorar la larga calle de los Pirineos a la hora de volver a casa.
Y este fin de semana, volví a viajar en tren, ida y vuelta, rumbo a mi refugio borgoñón y su pequeño jardín, agradablemente caótico.
Ana, me alegra verte por aquí…
La nueva «normalidad» que mencionas me parece algo angustiante porque tenemos nuevos grupos de enfermos y dentro de poco tocará enfrentar los virus del invierno. Mientras tanto intento completar mi colección de máscaras…
Un abrazo virtual (éste no es peligroso)
¡Que alegría saber de ti y que estés bien! Llevo demasiado tiempo sin leerte 😔 y he perdido tu e-mail pero Manolo y yo te recordamos siempre.
También, como tú, hemos salido recientemente del confinamiento y volvemos poco a poco a la «nueva normalidad», como.la llaman aquí.
Un abrazo. Cuídate mucho.