Abandoné mis recorridos de la madrugada: Cuando estoy en casa empiezo más temprano, y cuando voy al instituto tengo que viajar con el primer autobús. En ambos casos paseo al atardecer.
El primer recorrido me llevó al lado del ayuntamiento de París para comprar zapatos. Al lado de Beaubourg, había una cantidad impresionante de gente. Así que me extravié por las calles del Marais para llegar a la plaza de la República y seguir paseando por algunas calles del distrito X.
El martes varios colegas estaban de vuelta y seguimos intercambiando acerca del confinamiento. Para el jubilado que vino saludarnos, quedarse en su casa con un gran jardín al lado de Toulouse, resultó bastante fácil, pero también dice que los parisinos no son bastante prudentes.
Para las mujeres que tienen niños, dar clases resultó bastante complicado y la reapertura de las escuelas fue un verdadero alivio. Para la mayoría de mis colegas, el problema del momento es encontrar un destino de vacaciones, en un lugar sin coronavirus.
Por la tarde pasé por la calle Saint Blaise para mirar lo que propone la galería de arte que me gusta y, más arriba, en la calle Stendhal, contemplé la instalación de unos invernadores encima del deposito de agua de Charonne.
En la plaza Gambetta, el espacio entre las mesas de las terrazas me pareció muy correcto. En el café de la calle Léon, no teníamos tanto espacio, pero había cervezas y buen rollo.
El otro largo recorrido de la semana me llevó al distrito VIII. Cerca de la ópera y de la Madeleine, se nota algo de vida en las calles comerciales. Pero cerca del ministerio del interior y del palacio del Eliseo, la omnipresencia de la policía congela todo.
Miré de paso los escaparates de algunas tiendas de arte de la calle Miromesnil, pero pocas cosas me llamaron la atención. Luego seguí por la calle Faubourg Saint-Honoré en dónde me gustaron algunos dibujos y unas cortinas, pero mi cuenta bancaria no da para estos objetos. Al alejarse del centro de París, la calle comunica algunas tiendas de alimentación o restaurantes, pero no se ve mucha gente y es preciso seguir hasta la plaza des Ternes para encontrar algo de vida.
A partir de allí seguí rumbo al norte, por el distrito XVII y la avenida Wagram. En esta larga avenida, se ven esencialmente oficinas y viviendas fuera de presupuesto para el parisino de a pie. Sobra decir que tampoco tiene mucha vida y no tuve la oportunidad de resistir a la más mínima tentación. Al llegar a la puerta de Asnières, seguí rumbo al barrio des Batignolles en donde encontré más vidilla y más tentaciones, pero ya era hora de volver a casa para darles de comer a las gatas.
Hoy pasé por la orilla del canal Saint-Martin en donde noté un barco que cuenta una barra y cocina, por un lado, una escena por otro. Así que la gente se sienta a una de las mesas del muelle para escuchar música y acaba almorzando.
También guardé cuidadosamente mi colección de máscaras porque al ver algunos grupos en la ciudad, se nota que olvidaron las precauciones más básicas…