El pasado viernes, los empleados de la sociedad de transportes parisinos (la RATP) se declararon en huelga para protestar contra la reforma de su sistema de jubilación. Sin detallar todos los cambios, el proyecto del gobierno significa trabajar más tiempo para una pensión reducida y son muchos los que no aceptan esta perspectiva.
Lo cierto es que cualquier huelga de la RATP puede provocar un tremendo caos para los habitantes de la región parisina.
El jueves anunciaron que diez líneas de metro permanecerían cerradas y que la frecuencia de los autobuses sería reducida.
En mi instituto, algunos cambiaron su día de teletrabajo mientras otros se tomaban un día libre. Yo sé que puedo recorrer andando los siete kilómetros que me separan de mi oficina así que deje rienda suelta a la improvisación.
Este viernes salí de casa muy temprano. Decían que, en mi línea de siempre, circularían dos de cada tres autobuses, pero preferí seguir caminando ya que cuando hay huelga, nunca se sabe si uno podrá subir al colectivo.
Al seguir el recorrido del autobús, noté una cantidad impresionante de gente en la calle, buscando una solución para llegar a su destino del día, a pesar de la ausencia de metros. Y pude llegar a la plaza de la Nación cinco minutos antes que mi autobús de siempre. Cuando llegó, estaba lleno de gente. Por suerte muchas personas se pararon en la plaza: pude subir, encontrar un asiento y llegar a mi oficina con media hora de atraso.
Los que viven al lado del instituto ya estaban presentes, los demás llegaron más tarde.
Al final de mi jornada laboral, sabía que no tendría más remedio que volver a casa caminando. Así que me paré en la primera panadería para comprar un bocadillo antes de hacer los ocho kilómetros de la vuelta.
Luego seguí la calle de los Pirineos rumbo a la entrada Este del cementerio del Père Lachaise y a la avenida correspondiente. Pasé por la calle Boyer y la calle del “ermitage” antes de volver a visitar dos callecitas de otros tiempos.
En esta zona de París también hubo cambios, pero por lo menos supieron conservar la tranquilidad de estas callecitas.
Luego visité el pequeño jardín que acondicionaron entre la calle del “ermitage” y la calle de las cascadas. Utilizaron varios elementos recuperados en el puente nuevo y eso le da un toque interesante a este espacio.
En la calle de las cascadas, el local de los anarquistas estaba abierto pero ya sentía cansancio y seguí adelante.
Cuando llegué a casa, el podómetro marcaba 22342 pasos.