Empezamos la semana escudriñando las cifras de los casos confirmados de coronavirus y algo estresados porque siguen superiores a la meta enunciada por el presidente galo antes de levantar este segundo confinamiento. Mientras tanto, seguí aprovechando mi certificado laboral de desplazamiento entre mi casa y mi oficina para hacer varias caminatas al atardecer.
Pasé primero por la plaza Gambetta, para controlar los daños provocados por la manifestación del sábado. Al escuchar las noticias, los amotinadores habían destrozado el barrio, pero tan en la calle de los Pirineos como en la plaza Gambetta, no encontré huellas de estos acontecimientos. Supongo que ocurrieron más cerca de la estación Saint-Fargeau, pero no tenía bastante energía para desviarme más.
El día siguiente, pasé por la larga calle del Faubourg Saint-Antoine y me pareció bastante impactada por el cierre de los bares y restaurantes. Había poca gente en la calle y pocos clientes en los almacenes. En la plaza de la Bastille, pude admirar las iluminaciones que visten la columna de azul, antes de seguir por el Bulevar Richard Lenoir, rumbo al Norte.
El miércoles, pasé por la zona comercial del bulevar Diderot, pero como en otros sitios, no había mucha vida. Seguí por la calle de Charenton, rumbo a la plaza de la Bastille, antes de pasar por la zona del ayuntamiento y de contemplar los escaparates del BHV. Como en los otros grandes almacenes, las vitrinas animadas no tenían nada del otro mundo. Supongo que por las incertidumbres acerca de la situación sanitaria, no dedicaron mucho dinero a estas decoraciones navideñas.
El jueves al atardecer las nuevas medidas fueron anunciadas y confirmaron que la gente podría juntarse con su familia para celebrar Nochebuena, siempre y cuando la reunión se limite a seis personas adultas. También anunciaron un toque de queda a las 20 horas, que no se aplicará para la misa del gallo, pero que sí en Nochevieja.
Ese día, pasé por les Halles y la calle Montorgueil en donde noté mucha más agitación.
El sábado, había gente por todas partes, lo cual demuestra que los franceses tienen una visión muy original del confinamiento y que empiezan a comprar los regalos.
Entre mis familiares, algunos se juntarán con sus familias, después de imponerse un confinamiento de una semana para no contaminar a los abuelos. Otros se encerrarán en casa porque no quieren arriesgarse a multiplicar los contactos.
Yo tengo muchas ganas de viajar hacia mi casa de Borgoña, pero necesito ordenar muchas cosas antes de marcharme.