Ya pasó una semana desde la reapertura de las terrazas de café y tenía muchas ganas de ver como la gente aprovecha la vuelta de estas instalaciones.
Desde la ventanilla del autobús que me lleva al trabajo, noté varias alineaciones de mesas y sillas, más extendidas que en otros tiempos para preservar algo de distancia entre los grupos de clientes. Pero a las siete de la mañana, las terrazas permanecían desiertas.
Otro cantar fue al atardecer, cuando recorrí las calles Custine y Caulaincourt. En esas vías que coinciden con el límite Norte de la zona protegida de Montmartre, todos los cafés volvieron a instalar sus terrazas y me impresionó tan la cantidad de clientes como el respeto muy relativo del distanciamiento sanitario. Solo espero que la ligereza de estos comportamientos no provoque una ola extra del virus.
Pero lo divertido de la situación es la alternancia de terrazas de cafés y de carpas en donde uno puede hacerse prueba de Covid, así que todos pueden oscilar entre ligereza y responsabilidad.
Por suerte, hay sitios menos concurridos que la colina de Montmartre y en el arbolado bulevar de Bercy, noté varias terrazas acogedoras.
También aproveché mi estancia parisina para visitar una tienda de muebles y decoración, cerrada durante la pandemia. Con gusto descubrí varios objetos nuevos de buen diseño y algunas rebajas realmente interesantes. Pero también noté que no había mucha actividad…
Hice la misma constatación en una panadería que se halla a unas cuadras de mi oficina y muy cerca de varios edificios de oficinistas. Normalmente, en medio día, hay cola para comprar un bocadillo o el menú del día. Cuando pasé por allí, no había otros clientes así que pude conversar con la dependiente. Para esta pequeña empresa, la pandemia y el desarrollo del teletrabajo provocaron una caída del volumen de negocios y no saben si podrán volver a la situación anterior.
Noté un ambiente muy diferente en la heladería Raimo. Si todavía no atienden a los clientes en la terraza o en la sala, ya volvieron a vender sus productos y con gusto pude saborear sorbetes de cacao y de mandarina.
¡Eso si que cumple con mi idea de la buena vida parisina!
Me gusta oir hablar de París, de las cosas cotidianas de París, no hace falta que sean extraordinarias. Para mi, lo extraordinario es París y me suena a tal cualquier cosa que allí pase, aunque sea tomarse un café en una de esas mesas pequeñicas muy juntas, que hay en sus terrazas, aunque ahora, con la pandemia, no sé si estarán tan juntas. Ya hace dos años que no lo visito, y desde Murcia (España) me gusta estar al día, más o menos, de lo que allí ocurre.
Gracias por comunicar tus impresiones de mi ciudad favorita.