Esta semana, mi estancia en París tenía un toque diferente. En mi instituto de siempre, todos vamos muy cansados por las restricciones de todas clases, el ritmo alto de las horas de teletrabajo y un tiempo relativamente inestable. Ahora toca organizarnos para mantener una permanencia mientras salimos de vacaciones por turnos.
A mi me tocaron las dos semanas que vienen y dos semanas extras en agosto. Pero antes de marcharme quise acabar con varios asuntos pendientes y mis últimos días de trabajo fueron algo agotadores. Incluso llegué a escaparme de la oficina para que no me hagan una demanda extra.
A pesar de eso, conseguí preservar tiempo para mis caminatas cotidianas.
El miércoles fue cuando se celebró el fin de las restricciones de capacidad en los bares y restaurantes y me impresionó la cantidad de personas apiñadas en las terrazas al atardecer.
Y fue peor todavía el jueves por la noche, cuando contemplé las largas mesas instaladas en la acera para cenar: creo que la proporción de vacunados no llegaba a la mitad, lo cual significa que vamos a tener una ola extra de Covid…
Y como si fuera poco, también empezó la temporada de las rebajas.
Dicen que toda esta gente que consume sin restricción está gastando los ahorros generados por las circunstancias sanitarias, como si se tratara de recuperar el tiempo perdido… Buena oportunidad para los comercios que superaron los meses de cierre…
Yo no hice tantos ahorros…
Antes de marcharme de vacaciones, pasé de nuevo por la heladería de Raimo para probar otra vez los sabores de lichi y rosa…
Cuando llegué a la estación de Bercy, había mucha gente con maletas grandes y viajando hacia los montes del centro de Francia. Por suerte, también había más vagones…
¡Hasta pronto!