Volví de mi pequeño pueblo de Borgoña con una lista de compras y una mañana libre para explorar varias tiendas.
El recorrido del día empezó en una tienda de baldosas que abre temprano porque cuenta con muchos artesanos entre sus clientes. Dos semanas atrás ya había visitado esta tienda y reservado unos productos, pero no sabía cómo llevar estos productos y de todas maneras, estaban perdidos en el fondo del almacén e inaccesibles sin desplazar varios elementos. Ese día yo tenía una carretilla de carga y con gusto volví a la pequeña calle adoquinada en donde se esconde la tienda.
En este mundo de profesionales, cuando compras baldosas, vienes con una furgoneta o un coche para recoger los productos. Y miran al peatón con carretilla como un extraterrestre. Sin embargo, me trataron muy bien, e incluso prepararon la estiba de la bolsa reuniendo más de cuarenta kilos de productos en la carretilla. Y superé dignamente la prueba de volver a casa con este cargamento.
A continuación, pasé por una de las tiendas del mercado Saint-Pierre y pude constatar que el ambiente entresemanas, poco después de la apertura, no tiene nada que ver con él de los sábados. Pocos clientes pero casi todos compradores, y dependientes muy amables porque saben que mejorarán las ventas del mes.
Más adelante, descubrí el almacén que mi tienda de bricolaje preferida había instalado cerca de La Madeleine. En este barrio adinerado, proponen productos que no tienen en otras tiendas y consideran que la clientela es capaz de arreglárselas con las cajas automáticas. Lo bueno es que me dio la oportunidad de pasar por la calle Royale y la plaza de la Concordia antes de entrar en el metro.
La última tienda de esta semana fue un restaurante que se halla al lado del ayuntamiento del distrito XI. Para una ensalada César con pollo, un vaso de vino, una botella de agua y un café goloso, te cobran 34 euros, lo cual me pareció algo exagerado. Pero se halla en una zona muy apreciada del distrito XI en donde una parte de los habitantes puede pagar estos precios. Y los demás escogen sitios más baratos o se quedan en casa…
Todas estas compras me confirmaron el alza de los precios que mencionan en las noticias y también que su percepción depende mucho de tu poder adquisitivo: renunciar a una cena en un restaurante no es tan difícil como encontrar el precio más barato de las pastas…
Pero también demuestran que el poder adquisitivo de los parisinos es bastante alto.
Ahora tendré que caminar por calles sin tiendas durante algunas semanas para ahorrar un poco 🙂