El primer día de teletrabajo, con las gatas abatidas por el calor yaciendo en la parte embaldosada del suelo y una temperatura rondando 28 grados, resultó bastante difícil. Pero sobrevivimos y, al atardecer, un largo paseo alrededor de la colina de Montmartre me devolvió la alegría de las caminatas.
Para bien empezar esta nueva temporada parisina, al día siguiente, hice un largo recorrido por los distritos XII y XIII con un caminante argentino que tenía mucho aguante y me regaló unos intercambios muy interesantes.
Luego tuvimos varias sesiones de lluvia, la temperatura bajó, se murió la Reina Elisabeth y las gatas recuperaron algo de vida…
Dediqué una parte del sábado a visitar el mercadillo de la plaza de las Abadesas antes de seguir hacia varias tiendas que se hallan cerca de la Madeleine.
En la tienda de la famosa empresa sueca, casi no se podía circular por la cantidad de gente mirando por todas partes o haciendo cola para pagar. Por suerte, yo no iba a comprar sino a mirar la calidad de un producto preciso y pronto pude escaparme de esta multitud. La segunda tienda resultó más tranquila, pero la generalización de las cajas automáticas empieza a enojarme por que no quiero regalar ese trabajo gratuito a gente que no lo necesita…
Por la noche, organizaban un banquete de barrio, justo al lado de mi casa, y si no participé al acontecimiento, con gusto escuché la música que acompañaba la cena.
Hoy quise visitar un mercadillo organizado en el bulevar de Port Royal, a la frontera de los distritos V, XIII y XIV. En esta zona, el sueldo medio es mas mucho más elevado que en mi barrio mestizo y sentía curiosidad por los objetos expuestos. La verdad es que el mercadillo no me decepcionó.
Instaladas a la sombra de los árboles que bordean el bulevar de Port Royal, casi todas las mesas estaban bien arregladas y la mayoría de los productos eran de muy buena calidad.
Yo me dejé atrapar por el pomo de un bastón, pero no compré el objeto.
Más adelante, visité el otro mercadillo instalado en el bulevar Arago. Allí también encontré mesas muy bien arregladas y algunos objetos realmente bonitos, pero no tenía el nivel del primer mercado.
Luego seguí al azar rumbo al orilla del Sena en donde había mucha gente disfrutando de un tiempo soleado. Contemplé un rato a los ancianos reunidos en una de las pistas para bailar y me alegró verlos tan contentos de disfrutar este momento.