Preparando Nochebuena

En mi instituto, en el espacio reservado para las ventas de mediodía, vimos pasar vendedores de marroquinería, de chocolates, de foie gras, de dulces, de joyas, de juguetes…

No recuerdo todo, pero sé que no proponen vinos o alcoholes.

Total hice una expedición con una vecina, rumbo al distrito XI, para recoger los encargos de Champagne que hicimos unos meses atras. Y lo demás sé que lo encontraré en el mercado de mi pueblo de Borgoña.


El miércoles al amanecer, me sorprendió el canto de un mirlo. No sé si fue por la luna llena o por las luces de la gran ciudad, pero este pajarito me pareció algo desfasado. Lo bueno fue que me alegró el paseo.

El jueves, al atardecer, pasé por una calle que se halla cerca de mi piso precedente y constaté con alegría que el hombre que vive en una antigua tienda seguía instalando su belén con figuritas de provenza.

Pero lo más asombroso de la semana se hallaba en una modesta calle de mi barrio en donde instalaron un árbol de los deseos.
El colectivo que cuida este trocito de ciudad, había invitado a los vecinos, para que escriban sus deseos en papelitos de color. Cuando pasé por allí, la reunión ya estaba acabada, pero pasé un ratito escudriñando los deseos colgando del abeto comprado por el municipio.
«Quiero paz en el mundo»,
«Quiero amor»,
«Quiero regalos».
El que más me gustó decía:
«Quiero masa de modlar» (sin e)

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