El pasado lunes, al volver del fin de semana, descubrí el tren de la madrugada que frecuentan los trabajadores que viven en las afueras de París. Lo bueno es que estos trayectos cotidianos proporcionan un espacio para intimar con algunos vecinos. Lo malo es que cuando el atraso del tren se suma a los problemas de metro, resulta imposible llegar puntual. Por suerte, yo tengo horarios flexibles.
Esta semana, la asociación en donde doy clases de informática organizaba un acontecimiento público bautizado «Apero-TIC» acerca de los objetos conectados.
«Apero» es la forma corta de aperitivo, «TIC» es el acrónimo de «Tecnología de la información y de la comunicación. Al principio de la sesión, unos invitados hacen unas presentaciones en relación con el tema del día, luego el público puede hacer comentarios o preguntas y todo se acaba compartiendo copas y pinchos alrededor de una gran mesa. Al final, el acontecimiento suma educación popular y vínculos sociales…
El tema de los objetos conectados resultó muy interesante. Los habitantes, entre los cuales algunos apenas llegan a fin de mes, descubrieron con incredulidad el tenedor conectado, que pita si lo llevas demasiado rápido a la boca. También apreciaron el observador de sueño que modula la luz para despertarte conforme con tu reloj biológico. La elegancia del gorro de punto conectado que actua como un auricular resultó menos evidente. Y los accesorios de domótica que permiten controlar millones de cosas inutiles provocaron algunas risas. Al final todos empezaron a soñar con una zanahoria conectada que te avisa cuando se acaba la cocción…
Algunos habitantes intentaron alertar acerca de todos los datos personales que comunican los objetos conectados a algunas multinacionales y evocaron el mercado que se desarolla alrededor de la explotación de estas informaciones. Pero para los contertulios, no había otra opción que adoptar estos objetos.
Las gafas de realidad aumentada provocaron nuevo momento de perplejidad y cuando uno de los invitados empezó a hablar de cíborg, algunas voces propusieron la desconexión de los contertulios.
Por suerte, uno de los habitantes había comprado un magnífico pastel y al compartirlo pudimos volver a la realidad cotidiana.
¿Apetitoso, no?
¡que interesantes tus reuniones vecinales! Dan un poquillo de envidia 😉
Gracias por compartirlas