Ya se acabó el episodio vacacional y volví a pisar el suelo parisino.
Nada más llegar, hice un largo recorrido para encontrar unos zapatos adecuados para mis caminatas urbanas. No sé como pasa para los demás pero con un promedio diario superior a 8 kilómetros, son pocos los modelos que resisten más de unos meses…
El jueves, pude estrenar mis compras en la primera manifestación de la primavera. Se trataba de protestar contra la austeridad y el proyecto de ley Macron. El tiempo soleado fue un verdadero acicate para participar a esta primera cita y son muchos los que esperaron horas antes de salir de la plaza de Italia. Yo hice idas y vueltas con los amigos que me acompañaban y sentí un gran cansancio físico cuando llegué a los Inválidos.
Para volver a casa, pasé por la línea de metro 13 y tuve la oportunidad de experimentar la pesadilla cotidiana que viven sus viajeros. Rumbo al noroeste, esta línea es la única que lleva hacia unas zonas muy pobladas y en horas puntas, resulta difícil aguantar el hacinamiento. Por suerte, abandoné esta línea en la Plaza de Clichy para seguir caminando por la colina de Montmartre.
Y ahora ya llevamos más de una semana con sol y eso da ganas de pasear.
Ayer por la tarde había una cantidad increíble de gente en los bulevares. En los grandes almacenes que visité, el ambiente resultaba casi agobiante así que me marché cuanto antes.
El sábado es indudablemente el peor día para salir de compras.
Hoy tocaba enseñar el Louxor a un amigo. Pudimos pasar por las tres salas y después de mirar una película de los años 50, subimos hacia la terraza en donde almorzamos, bajo el sol y contemplando el sagrado corazón. Fue un excelente momento.
Luego pasamos por el jardín que instalaron al lado de la Halle Pajol y comentamos la evolución sociológica de esta zona : menos chinos, más parejas de treintañeros que se desplazan en bici o en moto…
Yo seguiré caminando 🙂