Obsesiva canícula

Empezamos la semana con alertas por todas partes acerca de la llegada de varios días de canícula, esencialmente en el Sur de Francia, pero con temperaturas muy altas también en la región parisina.

El lunes y el martes seguí paseando por el distrito XIII, explorando la frontera entre una parte bastante antigua y la zona de la Gran Biblioteca, echando pestes contra las partes meramente minerales, pero disfrutando las partes sombreadas.

El miércoles fue cuando empezó la ola de calor con unos treinta grados de día y 25 de noche. En algunas partes de España, estas temperaturas parecerían muy suaves, pero en una ciudad tan densa como París, pronto se transforman en pesadillas. Entonces hice todo lo posible para proteger el piso de los ataques del sol y mantener una temperatura correcta para las dos gatas que viven conmigo. Pero aun así la temperatura interior subió a 26 grados.

El jueves y el viernes, puse trapos mojados en el balcón de hormigón para limitar el calentamiento, multipliqué las sesiones de coladas sin centrifugado para crear una sensación de fresco. Pero aun así la temperatura interior siguió subiendo.

Llevé la gata más peluda al peluquero de animales, lavé las cortinas, mojé todos los tejidos de la casa… y a duras penas sobrevivimos.

Por suerte esta mañana, una leve sesión de lluvia provocó una bajada de las temperaturas y la lluvia de la noche fue otro regalo del cielo.

Finalmente, esta lucha contra el calor consumó una gran parte de mi energía y con gustó me quedé en casa con mis mascotas.

Si se multiplican estas olas de calor tendré que contemplar la posibilidad de comprar un acondicionador de aire o aprender la danza de la lluvia.

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En busca de los rentistas

«Debajo de la orilla», «Tierras del cura», «castillo de los rentistas», «jefe de la ciudad»: estas expresiones designan algunas calles que recorrí al pasear por una parte del distrito XIII que se halla entre los bulevares exteriores y la calle de Tolbiac. Me parecieron graciosas porque conllevan historias antiguas, pero no vi ni cura, ni jefe y mucho menos rentistas…

No se notan edificios de gran altura entre las construcciones que bordean estas calles, más bien algunos edificios haussmanianos, algunos inmuebles mas modestos y construcciones ordinarias para proporcionar alojamientos a la gente.

En medio de esta zona, también se ven algunas calles estrechas, bordeadas de pequeñas construcciones. En algunas partes, queda claro que las construcciones no resistirán al próximo programa de reforma de las viviendas. Pero también es importante que la gente que vive en las torres pueda soñar con un hábitat más cerca del suelo y pasear por estas sendas peatonales, con una sombra muy apreciable cuando anuncian más de 30 grados en las noticias.

También noté algunas construcciones que evocan las viviendas obreras del principio del siglo XX y varios comercios y locales perfectos para socializar.

Entre las cosas más asombrosas, toca mencionar el cubo de vidrio que alberga arquitectos y urbanistas asociados alrededor de Paul Chemetov. Escondido en un anodino callejón sin salida, a salvo del ruido de los bulevares exteriores y protegido del pequeño cinturón ferroviario por una barrera de bambúes, el sitio tiene mucho encanto, y la casa vecina te traslada muy lejos de París.

También me asombró la cantidad de zonas ajardinadas en donde los inquilinos y sus niños se quedan un rato al atardecer.

Confieso que, al pasar por algunas calles, pensé que podría abandonar mi querido distrito XVIII para pasar una temporada en otros lugares.

De momento, toca estudiar el resultado de la primera vuelta de las elecciones legislativas. Pero mañana seguiré paseando…

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De tiendas

Volví de mi pequeño pueblo de Borgoña con una lista de compras y una mañana libre para explorar varias tiendas.

El recorrido del día empezó en una tienda de baldosas que abre temprano porque cuenta con muchos artesanos entre sus clientes. Dos semanas atrás ya había visitado esta tienda y reservado unos productos, pero no sabía cómo llevar estos productos y de todas maneras, estaban perdidos en el fondo del almacén e inaccesibles sin desplazar varios elementos. Ese día yo tenía una carretilla de carga y con gusto volví a la pequeña calle adoquinada en donde se esconde la tienda.

En este mundo de profesionales, cuando compras baldosas, vienes con una furgoneta o un coche para recoger los productos. Y miran al peatón con carretilla como un extraterrestre. Sin embargo, me trataron muy bien, e incluso prepararon la estiba de la bolsa reuniendo más de cuarenta kilos de productos en la carretilla. Y superé dignamente la prueba de volver a casa con este cargamento.

A continuación, pasé por una de las tiendas del mercado Saint-Pierre y pude constatar que el ambiente entresemanas, poco después de la apertura, no tiene nada que ver con él de los sábados. Pocos clientes pero casi todos compradores, y dependientes muy amables porque saben que mejorarán las ventas del mes.

Más adelante, descubrí el almacén que mi tienda de bricolaje preferida había instalado cerca de La Madeleine. En este barrio adinerado, proponen productos que no tienen en otras tiendas y consideran que la clientela es capaz de arreglárselas con las cajas automáticas. Lo bueno es que me dio la oportunidad de pasar por la calle Royale y la plaza de la Concordia antes de entrar en el metro.

La última tienda de esta semana fue un restaurante que se halla al lado del ayuntamiento del distrito XI. Para una ensalada César con pollo, un vaso de vino, una botella de agua y  un café goloso, te cobran 34 euros, lo cual me pareció algo exagerado. Pero se halla en una zona muy apreciada del distrito XI en donde una parte de los habitantes puede pagar estos precios. Y  los demás escogen sitios más baratos o se quedan en casa…

Todas estas compras me confirmaron el alza de los precios que mencionan en las noticias y también que su percepción depende mucho de tu poder adquisitivo: renunciar a una cena en un restaurante no es tan difícil como encontrar el precio más barato de las pastas…

Pero también demuestran que el poder adquisitivo de los parisinos es bastante alto.

Ahora tendré que caminar por calles sin tiendas durante algunas semanas para ahorrar un poco 🙂

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Ansias de naturaleza

Después de varios días seguidos de calor, muchos parisinos esperaban el puente de la Ascensión para marcharse de la capital, visitar a la familia y disfrutar alguna casa de campo.

La sociedad de ferrocarriles publicó informaciones acerca de esta situación, sugiriendo que los viajeros aplacen sus desplazamientos para evitar las horas puntas. Pero aun así, cuando llegué a la pequeña estación de Bercy, me impresionó la cantidad de personas escudriñando los carteles de los horarios de salida de los trenes.

Yo viajaba con las gatas así que preferí pagar un poco más para tener un asiento y espacio para las maletas de mis mascotas. Y al ver todas estas personas recorriendo el tren en busca de un asiento, no me arrepentí de este gasto extra.

Nada más salir del tren, las gatas y yo exploramos con gusto el jardín en busca de las nuevas flores…

Durante este fin de semana alargado, en mi pequeño pueblo de Borgoña, se notaba el ambiente de los días de vacaciones, cuando los que siguen viviendo en el campo acogen a los que viven en las grandes ciudades. Y como organizaban espectáculos en varios lugares del pueblo, había un ambiente bastante festivo muy agradable.

Otro cantar fue a la hora de volver a París.

Algunos viajaran en trenes repletos, otras madrugarán para viajar en coches, y muchos tendrán que controlar su capacidad de esperar en los ochocientos kilómetros de atascos anunciados esta noche.

Yo aproveché la flexibilidad del teletrabajo para volver a París mañana al atardecer. Mientras tanto, preparo la lista de tiendas que tendré que visitar 🙂

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Enfrentando una primera ola de calor

Siempre se aprecian los primeros rayos de sol de la primavera, pero últimamente el sol exagera un poco y ya llevamos varias semanas con pocas lluvias y temperaturas superiores a 20 grados, incluso de noche.

Por suerte, trabajo en un edificio de alta calidad medioambiental en donde tenemos una temperatura constante de 19 grados. Y varios colegas renunciaron temporalmente al teletrabajo para disfrutar esta comodidad. Pero cuando se acaba la jornada laboral, es preciso enfrentar el calor de la grande ciudad.

Si seguí paseando al atardecer, confieso que escogí casi siempre las aceras con sombra y, de paso, encontré algunos oasis urbanos en donde la temperatura es más fresca.

Tuve una primera sorpresa en el distrito XIX, al pie de un edificio cuya fachada se parece a un jardín vertical: en la acera se notaba el fresco creado por esta vegetación. Diseñado por la agencia Mac Architecture, el edificio alberga un hotel de 62 habitaciones que se llama “la belle ville”.

Más adelante, el gran parque de las “Buttes Chaumont” también proporciona una temperatura más fresca y se nota incluso al recorrer la calle Botzaris que bordea su parte superior. Son muchos los parisinos que se instalan en los céspedes. Yo prefiero contemplar la parte norte de la gran Ciudad.

Tuve otra grata sorpresa en el distrito XIII, al recorrer la larga avenida de Choisy. En esta calle bordeada de edificios de gran altura, varios alineamientos de tilos protegen el paseante del sol.

Más adelante, en la parte baja de la calle Mouffetard, varios árboles protegen terrazas de bares y restaurantes. Para los vecinos de esta zona, la vida parece bastante suave. 

Por los precedentes episodios de canícula, ya instalé persianas que protegen mi piso del sol directo. También instalé ollas de barro en las macetas de mi balcón para regar las plantas sin malgastar el agua. Y así consigo que mi piso parezca casi fresquito cuando vuelvo de un recorrido por las calles parisinas.

Al pie de mi balcón, los jardineros de la ciudad instalaron un peral ornamental, pero tendré que esperar todavía varios años antes de beneficiar de su sombra.

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