Tres semanas extras…

Ya llevo tres semanas oscilando entre París y mi pequeña casa de Borgoña y como prolongaron el teletrabajo obligatorio para tres semanas, creo que tendré que esperar todavía antes de retomar completamente mi ritmo parisino. Y mientras tanto, al salir del trabajo, intento aprovechar mis estancias en la ciudad de las luces.

Así fue como pasé por el bulevar Beaumarchais, al atardecer, con el proyecto de comprar zapatillas calentitas, diseñadas para campamentos en el monte…

A lo largo de mi trayecto, noté que no había muchos clientes en las tiendas, y eso que entramos en la segunda semana de rebajas, con promociones atractivas.

En la tienda que visité, conté tres clientes para dos dependientes. Lo bueno es que me atendieron enseguida y pude encontrar lo que buscaba muy rápidamente. Y esta constatación fue confirmada por las noticias que anunciaron una caída de 30% del volumen de negocio.

De momento nadie sabe si las compras en internet compensan esta caída: unos dicen que se trata de un problema de poder adquisitivo, otros piensan que el confinamiento cambió las ansias consumistas.

Lo cierto es que no tuve mucho tiempo para comprobarlo.

Mis vecinos parisinos se invitaron a casa con una torta de reyes y una botella de champán, y a mí me tocaron el haba y la corona… Y al día siguiente, mis colegas alargaron una reunión y tuve que salir corriendo para no perderme el tren.

Confieso que me cansan estas idas y vueltas. Pero cuando anuncié a las gatas que dentro de poco, volveríamos a casa, noté como un toque de desaprobación…

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Cambiando la perspectiva

Después de tantos días escuchando las malas noticias acerca de la pandemia, del virus y de sus variantes, tengo ganas de cambiar de perspectiva y de celebrar algunas cosas buenas.

Considerando que el virus apareció por primera vez en París el 24 de enero de 2020, queda poco tiempo para celebrar el segundo año sin contagiarme del covid. Y mientras tanto, las diferentes sesiones de confinamiento me dieron la posibilidad de ahorrar para adoptar dos magníficas felinas.

¡Algo es algo!

Esta semana estuve tres días en París y después de tantos días sin vernos, con gusto compartimos un café entre colegas, formando una amplia elipse en la sala de la cafetería para estar juntos sin olvidar las precauciones sanitarias.

También pude pasear por varias zonas de la capital y, a pesar del frío, entablar la buscada de unos vasos de tamaño adecuado para tomar un café o un licor en mi casa de campo.

El martes visité varias tiendas al atardecer, pero no encontré los vasos que buscaba y tampoco vi a muchos clientes.

El miércoles, primer día de las rebajas, pasé por el centro de la capital en medio día y no noté el frenesí consumista de otras temporadas. Había poca gente delante del Centro Pompidou y muchos coches en los ejes importantes, ya que son muchos los parisinos que evitan viajar por los transportes públicos. Yo seguí rumbo a mi instituto de siempre y encontré los vasitos al atardecer, justo al lado de mi trabajo.

Al día siguiente, mientras esperaba mi autobús de siempre, me paré un rato a contemplar las luces de la gran ciudad.

Al atardecer, otra caminata me llevó a la calle del “Rendez-vous” en donde, de paso, probé una pastelería decepcionante. Luego el frío me quitó las ganas de pararme en la heladería del bulevar de Reuilly antes de tomar el tren rumbo a mi pequeño pueblo de Borgoña.

Si no se equivocaron los epidemiólogos, el ómicron se volverá menos activo dentro de unas semanas. Entonces podré abandonar el teletrabajo y volver a París.

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¡El 2022 podría ser peor que el 2021!

Cuando anunciaron en las noticias que las autoridades temían un caos económico por causa de la extensión de las bajas con el variante Ómicron, yo pensé que se trataba de una exageración. Pero los acontecimientos de la pasada semana me demostraron que el 2022 podría ser peor que el 2021.

Estrenamos el año laboral con dos personas contaminadas, dos recuperadas y otra requisada para acoger a la persona que empezaba ese día…

Yo tengo el pase sanitario y varios modelos de mascarillas. Pero aun así, me alivió constatar que la frecuentación de los trenes de ida y vuelta no alcanzaba la mitad de la capacidad.

 

Entre mis colegas y mis conocidos, los adultos que tienen niños en la escuela oscilan entre caso contacto, con pruebas positivas, negativas o contradictorias, enfermo, recuperado, con clases cerradas o abiertas, e instrucciones que cambian en cualquier momento… Y entre los demás adultos, también cuento con algunos alternativos opuestos a la vacuna, otros que no quieren renunciar a tomar una copa con los amigos y algunos viejecitos que se esconden lejos de todo contacto “peligroso”.

En medio de este caos, mi semana parisina se limitó a dos días, lo cual resultó muy corto.

Un largo recorrido por el distrito XX me dio la oportunidad de comprar algunos productos que no encuentro en mi pueblo de Borgoña y de paso constaté que la gente no les hace mucho caso a las consignas sanitarias. Otra caminata por el distrito XII confirmó estas sensaciones.

Pronto volví a mi refugio borgoñón, pero la semana que viene, pasaré más tiempo en París.

Seguiré improvisando 🙂

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El 2022 se parece mucho al 2021…

¡Feliz año nuevo, con menos pandemia y más momentos con los amigos!

En otros tiempos, podíamos empezar el año enumerando una lista más o menos larga de buenas intenciones. Pero de momento, es preciso enfrentar la variante ómicron y aplicar las instrucciones del gobierno francés para limitar las contaminaciones: todos los que pueden hacerlo tienen que teletrabajar al menos tres días y pasar uno o dos días en su empresa.

Eso se parece mucho a la situación que tuvimos al principio del 2021 y el verdadero reto será cultivar el optimismo para guardar la confianza y seguir adelante a pesar de todas las malas noticias.

En París, un habitante de cada cincuenta está contaminado por el covid, así que resulta casi seguro que uno acabará cruzando este virus en alguna esquina. Pero también dicen que una vacunación completa protege relativamente bien.

Yo no tengo ganas de aguantar otro encierro en un cubo de hormigón. Total, creo que voy a retomar el ritmo de la primavera, con dos días en París y tres días de teletrabajo desde el campo.

Ya encontré mascarillas adecuadas para los viajes en tren, ahora sólo falta retomar el ritmo de las idas y vueltas y  disfrutar algunas largas caminatas parisinas.

­¡Hasta pronto!

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Golosina de temporada

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