Tregua navideña

Después de varios meses de restricciones de todas clases, cuanto más difíciles de aguantar cuando vives en una ciudad como la capital francesa, necesitaba escaparme algunas semanas lejos de la agitación parisina.

En mi instituto de siempre, me otorgaron la posibilidad de practicar el teletrabajo desde mi pequeño pueblo de Borgoña, combinando medias jornadas de trabajo y de vacaciones para alargar mi estancia. Así que después de hacer las últimas compras de temporada y de guardar todos los papeles yaciendo en mi escritorio, preparé mi mochila, puse las gatas en sus bolsos de viaje y cogimos uno de los primeros trenes.

Nada más llegar e instalar las gatas en su casa de campo, probé la conexión proporcionada por un vecino y constaté que seguía funcionando y suficiente para el teletrabajo. ¡Uf!

En el pueblo, imponen la mascarilla en la calle principal, en la plaza del mercado y en todas las tiendas abiertas. Pero cuando no estás en estos lugares, puedes respirar libremente…

Con gusto recorrí una pequeña parte del camino de Santiago, contemplando los paisajes de campo. También pasé por la orilla del Loira para empaparme de la energía de este rio tan salvaje.

Ahora solo falta desearles que este maldito virus no arruine estas fiestas…

¡Hasta pronto!

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Temporada 2, última semana de confinamiento

Empezamos la semana escudriñando las cifras de los casos confirmados de coronavirus y algo estresados porque siguen superiores a la meta enunciada por el presidente galo antes de levantar este segundo confinamiento. Mientras tanto, seguí aprovechando mi certificado laboral de desplazamiento entre mi casa y mi oficina para hacer varias caminatas al atardecer.

Pasé primero por la plaza Gambetta, para controlar los daños provocados por la manifestación del sábado. Al escuchar las noticias, los amotinadores habían destrozado el barrio, pero tan en la calle de los Pirineos como en la plaza Gambetta, no encontré huellas de estos acontecimientos. Supongo que ocurrieron más cerca de la estación Saint-Fargeau, pero no tenía bastante energía para desviarme más.

El día siguiente, pasé por la larga calle del Faubourg Saint-Antoine y me pareció bastante impactada por el cierre de los bares y restaurantes. Había poca gente en la calle y pocos clientes en los almacenes. En la plaza de la Bastille, pude admirar las iluminaciones que visten la columna de azul, antes de seguir por el Bulevar Richard Lenoir, rumbo al Norte.

El miércoles, pasé por la zona comercial del bulevar Diderot, pero como en otros sitios, no había mucha vida. Seguí por la calle de Charenton, rumbo a la plaza de la Bastille, antes de pasar por la zona del ayuntamiento y de contemplar los escaparates del BHV. Como en los otros grandes almacenes, las vitrinas animadas no tenían nada del otro mundo. Supongo que por las incertidumbres acerca de la situación sanitaria, no dedicaron mucho dinero a estas decoraciones navideñas.

El jueves al atardecer las nuevas medidas fueron anunciadas y confirmaron que la gente podría juntarse con su familia para celebrar Nochebuena, siempre y cuando la reunión se limite a seis personas adultas. También anunciaron un toque de queda a las 20 horas, que no se aplicará para la misa del gallo, pero que sí en Nochevieja.

Ese día, pasé por les Halles y la calle Montorgueil en donde noté mucha más agitación.

El sábado, había gente por todas partes, lo cual demuestra que los franceses tienen una visión muy original del confinamiento y que empiezan a comprar los regalos.

Entre mis familiares, algunos se juntarán con sus familias, después de imponerse un confinamiento de una semana para no contaminar a los abuelos. Otros se encerrarán en casa porque no quieren arriesgarse a multiplicar los contactos.

Yo tengo muchas ganas de viajar hacia mi casa de Borgoña, pero necesito ordenar muchas cosas antes de marcharme.

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Temporada 2, quinta semana de confinamiento

Si seguimos con la obligación de llevar un certificado de desplazamiento cada vez que salimos de casa, la extensión del perímetro accesible y de la duración de los paseos ya alivia la pesadilla del confinamiento. Pero como bien dice una de mis amigas, lo peor de todo en esta historia es la imposibilidad de hacer proyectos…

El pasado lunes, aproveché una tarde de libertad para volver a la zona del Ayuntamiento de París. Poca gente por las calles, pero muchas tiendas abiertas con pocos clientes… Si sólo hice compras corrientes, me encantó recorrer la calle de los Francs-Bourgeois, echar un vistazo a la plaza de los Vosgos y seguir rumbo al Norte por la calle de Turenne.

A partir del martes, la lluvia y el frio pusieron un toque deprimente a estos días de poca luz, a pesar de la reapertura de los comercios y de la instalación por todas partes de las decoraciones navideñas.

Ayer organizaban otra vez una manifestación contra la ley de seguridad, pero al enterarme del recorrido de la marcha, empezando en el muy desfavorecido distrito XX, pensé que sería perfecto para los alborotadores y los acontecimientos confirmaron mis intuiciones.

Total, hice un largo paseo con una amiga por el distrito XI. En el bulevar Voltaire había mucha gente en casi todos los comercios. En la calle Faidherbe, habían instalado carpas para abrigar un mercadillo y con gusto examiné los objetos expuestos. Luego pasamos por la calle del Faubourg Saint Antoine y giramos en la calle Trousseau para volver a la plaza Voltaire. Desgraciadamente no pudimos sentarnos en algún café con una bebida caliente ya que los bares permanecen cerrados…

Luego seguí rumbo al Norte en donde el cierre de los bulevares debido a la manifestación había provocado varios atascos y conciertos de bocinas.

Hoy, hice otro largo paseo en solitario. En la calle Ordener, también habían instalado algunas carpas para albergar un pequeño mercadillo. En la calle Danremont, había vidilla en los comercios de comida. Yo seguí rumbo a la plaza de Clichy y a la calle des Batignolles, pero este barrio aburguesado todavía estaba despertando.

Más adelante, la calle de Levis estaba ya a tope de clientes. Entré en el “Monop” para ubicar el mostrador de Arnaud Larher, pero no tenía los pasteles que prefiero.

Después de un desvío por el distrito VIII, llegué a la zona de los grandes almacenes y supe, al ver los grupos aglutinados delante de algunos escaparates, que las vitrinas animadas ya estaban instaladas… Lo que pude ver no tenía nada del otro mundo, pero por lo menos picaba la curiosidad de los niños.

Seguí cuesta arriba por la calle de los martirios, en donde los habitantes hacen las compras domingueras en medio día…

Ahora solo faltan unos días para saber si podemos movernos para las fiestas…

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Temporada 2, cuarta semana de confinamiento

Empezamos la semana con las mismas reglas de confinamiento y una encuesta enunciando que la proporción de depresivos en la población francesa alcanza los 20%…

Mientras tanto los pequeños comerciantes, deseosos de no perderse las compras navideñas, empezaron a protestar contra algunos cierres que parecen injustos e incomprensibles.

Así que el presidente galo no tenía más remedio que suavizar el confinamiento y proponer un calendario progresivo de reapertura de los comercios y, más globalmente, de la actividad. Los bares, restaurantes, cines, teatros y museos permanecerán cerrados, pero los demás comercios podrán abrir de nuevo a partir del sábado.

La buena noticia es que los límites de los desplazamientos deportivos fueron extendidos a tres horas en una zona de veinte kilómetros alrededor del domicilio. La verdad es que de tanto rondar dentro del kilómetro que me toca, empezaba a deprimirme. Por suerte, las nuevas reglas me permiten callejear por todos los distritos de la ciudad de las luces.

A modo de anticipo, varias citas “medicales e inaplazables” me dieron la oportunidad de pasear por la orilla del Sena cerca de la Défense. Y el sábado, primer día de los veinte kilómetros, no pude resistir a las ganas de participar un rato a la manifestación contra esta ley que pretende impedir que la gente grabe las actuaciones de los policías.

Como siempre, topé con algunos conocidos, pero preferí abandonar el cortejo rápidamente para seguir paseando por lugares que tenía ganas de ver de nuevo.

Pasé por la calle de Bretagne, en donde los burgueses bohemios del vecindario retomaban el camino de las tiendas. Luego seguí la calle de Reaumur que me llevó a la galería Choiseul en donde constaté con tristeza que varios comercios ya dejaron de existir. En los jardines del Palacio Real, muchos parisinos estaban sentados en los bancos o en el suelo, para disfrutar el sol de la tarde. Luego pasé rápidamente por la galería Vivienne antes de seguir por la calle du Mail y de escudriñar los escaparates de las tiendas de alfombras…

Luego seguí rumbo al norte y volví a casa con más de 25000 pasos en las piernas.

Hoy, el paseo del día me llevó al Arco del triunfo, que se halla a 4,5 kilómetros en línea recta y me costó una hora y pico caminando. A las nueve de la mañana, contemplar la plaza sin coche fue un auténtico placer.

Luego seguí por los Campos Elíseos antes de perderme por el distrito VIII, rumbo a la colina de Montmartre.

No visité ninguna tienda, pero volví a casa con la muy agradable sensación de cansancio que provocan esas caminatas que tanto me gustan.

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Temporada 2, tercera semana de confinamiento

Ya se acabó la tercera semana de este confinamiento improbable. Yo seguí desplazándome diariamente hasta mi instituto de siempre, como el tercio de mis colegas.  Por cierto, renunciamos a casi todas las reuniones físicas y somos cada día más expertos en la organización de reuniones virtuales. Así que podría quedarme en casa, pero el puesto de trabajo que tengo en el instituto es mucho más confortable que mi equipo de teletrabajo… Y no quiero renunciar a las largas caminatas que me llevan a casa.

Esta semana una de esas caminatas me llevó a la plaza de la Bastille, muy apagada sin las terrazas que le dan vidilla. En el bulevar Beaumarchais, casi todas las tiendas estaban cerradas y tuve que seguir hasta la plaza de la República en donde los adolescentes jugando con sus monopatines invadieron la explanada.

Otro atardecer me dio la oportunidad de caminar desde Bastille rumbo al Municipio de París y el BHV. Pocas veces vi tan poca gente en la calle de los Francs-Bourgeois. Y cuando llegué a la tienda del BHV dedicada a los animales, los dependientes estaban comparando sus horarios y casi eran más numerosos que los clientes…

Tuve la misma sensación de ciudad durmiendo al pasar al pie del Centro Pompidou, cerrado por obras, o al caminar al lado del canal Saint-Martin, abandonado por sus parroquianos.

Ayer, quise comprar un detalle en una tienda de bricolaje que se halla cerca de la puerta de Aubervilliers. Se veía una cola impresionante para recoger los pedidos en línea o cambiar algunos productos. Por dentro, varios carteles anunciaban que, por decreto gubernamental, era preciso pedir en línea los productos navideños instalados en los mostradores. Confieso que no entendí bien porque algunas zonas no eran accesibles, pero como encontré lo que buscaba, no me demoré.

Más adelante, otro almacén anunciaba que se podía comprar exclusivamente los productos absolutamente imprescindibles como móviles o computadores. Y al mirar el mostrador de los cepillos de dientes, pensé que tenían una idea bastante rara de lo que es imprescindible…

Hoy repasé los anuncios de los últimos días y me asombró la cantidad de treintañeros que venden todos sus trastos antes de marcharse de París. Estos cierres que se alargan dejan a muchas personas sin trabajo y sin recursos.

Desgraciadamente no hay más remedios que escudriñar las cifras de sanidad, esperando una mejora para disfrutar las fiestas de fin de año.

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